XII. Una Traición
XII. Una Traición
Isla do Pico en las Azores |
--Padre
–anuncio Liu Zhang--, creo que hemos equivocado el rumbo y hemos llegado a Japón
en lugar de las Azores.
--Veamos
entonces –se rio Yáñez--. ¿No hay buques
británicos a la vista?
--Ninguno. El mar esta vacío y tranquilo. Sin embargo, ved a lontananza lo que se alza
del mar. Es el Fujiyama.
--No,
hijo mío –sonrió Yáñez--, esa montaña nevada que emerge del mar es el volcán de
la isla del Pico. Y tenéis razón que
parece el Fujiyama. Hacia esa isla
iremos, específicamente al puerto de Calheta de Nesquim. Pero no, no estamos en Japón sino en las
Azores. Este archipiélago consiste en
islas volcánicas que emergen del mar.
¡Kang! Poned cuantos hombres
tengáis disponibles a vigilar el horizonte.
Estoy seguro de que hay buques británicos vigilando.
Luego
Yáñez indico al timonel el rumbo a seguir hacia Calheta de Nesquim.
--¿Estáis
seguro que ahí encontraremos carbón, padre?
--Si,
pero primero tendremos que entrar al Averno –contesto Yáñez.
Después
de un tiempo el Victoria (o Lakshme) diviso las costas de Pico.
--Como
os dije, hijo mío, estas islas son volcánicas.
¿Veis esas rocas altas que emergen del mar?
--Si
padre. Son dos. Parecen vigilantes.
--En
medio de ellas hay un canal angosto. Por
medio de este se llega a a un cráter abierto al mar y sumergido. Es lo que los lugareños llaman el Averno. Ahí esconderemos al Lakshme.
Yáñez,
desde el puente volante le dio indicaciones al timonel Ling para penetrar en el
canal entre las dos rocas. El pasaje era
angosto pero el Lakshme lo logro penetrar.
Pronto el yate se encontraba en lo que era obviamente un cráter
volcánico. La mayoría de las paredes del
cráter eran altas y casi perpendiculares excepto por una pequeña playa donde se
observaba una vereda que salía del cráter.
--Kang
–ordeno Yáñez--. Vos estaréis al
mando. Los británicos no podrán divisar
al Lakshme dentro de este cráter. Desembarcaremos
yo y Liu Zhang y Sirdar más cuatro de vuestros hombres. Poned a estos últimos de vigías desde las
alturas del cráter con el encargo de que den aviso si ven a un buque. Yo y el príncipe y Sirdar nos dirigiremos a
Calheta, un pueblo de pescadores, que está a unas leguas de aquí.
--¿Y
si veo a un buque enemigo que va a entrar a este cráter, capitán?
--Hundid
el buque y salvaros todos, Kang. Búscanos
en Calheta. Si no nos encontráis usad
esta bolsa con escudos de oro y tratad de regresar a China como podáis. Os encargo que le llevéis el corazón de Visnú
a la emperatriz madre.
Atardecía
cuando Yáñez, el príncipe, y Sirdar llegaron a Calheta. Indagando encontraron donde vivía José da
Silveira.
--Capitán
–dijo Sirdar-- ¿se puede confiar en este fulano da Silveira?
--Ciertamente
que no –explico Yáñez--. El tipo es un
pillo. Pero ahora no tengo opción. Hay carbón en la capital, Ponta Delgada, pero
si tocamos ahí las autoridades nos harían preguntas incomodas o, peor, nos
estará esperando ahí un buque británico.
Caballeros, mis instintos me indican que los británicos ya nos
persiguen. Y en el oficio de pirata no
se llega a viejo si uno no hace caso de vuestros instintos.
--¿Cómo
conocisteis a este José da Silveira, padre? –pregunto Liu Zhang.
--Hacia
con el…negocios. Esto fue antes de que
me dirigiera al Indostán. Tuvimos
diferencias. En fin, eso fue hace 40 años. Tal vez ya murió. Y si no es así, dudo que siquiera me
recuerde. Su familia es prominente aquí
en el archipiélago.
José
da Silveira era un vejete correoso que se encontraba tranquilamente bebiendo en
una terraza de una magnifica casa señorial desde la cual se veía el mar.
--¿Sois
vos los del buque que entro al cráter del Averno? –pregunto el viejo bajando un
catalejo--. Me imagino que no habéis
reportado vuestra llegada a la capitanía del puerto, ¿o me equivoco?
Yáñez
decidió ignorar el comentario.
--José,
¿ya no os acordáis de vuestro queridísimo amigo Yáñez de Gomera?
Da
Silveira se le quedo viendo fijamente a Yáñez.
--¡Diablos! ¡Que habéis envejecido desgraciado! --exclamo da Silveira cuyos ojos brillaron al
reconocer a Yáñez--. ¡Eres un hijo de la
gran puta! ¡Y si os recuerdo! ¡Os hicisteis escaso cuando el guardacostas
nos intercepto!
--¿Qué
queríais? ¿Qué los polizontes me
encerraran? Venia entonces huyendo de
cierto juez de Lisboa que había ordenado mi arresto. Los alguaciles me hubieran regresado a Lisboa
y ahí me iban a ahorcar.
--Seguramente
algo habéis de haber hecho para merecer la pena de muerte –dijo da Silveira con
desdén.
--Cierta
Infanta de Portugal perdió su virginidad –explico Yáñez--. El rey estaba furibundo y yo era el principal
sospechoso.
--¿Tuvisteis
líos con una infanta Yáñez? ¿Por qué no
ofrecisteis casarte con ella? Vos
también eras noble.
--¿Casarme? ¿Yo? A
esa edad hubiera preferido la muerte a ser domesticado, aun si mi esposa fuera
una Infanta. En realidad, la muchacha
era iracunda y estaba muy bigotona y aunque era una Braganza ella tenía algo de
sangre Habsburgo y el labio correspondiente.
Yo no soy guapo pero si me hubiera casado con ella seguro nuestros hijos
habrían sido horribles. El caso es que
en cuanto vide que los guardacostas nos iban a abordar baje la chalupa y con
ella me encamine remando hacia Pico.
--Y
a mi mientras me arrestaban y me hicieron purgar sentencia en la penitenciaria
–explico da Silveira con algo de amargura.
--¿Y
vuestro tío no os ayudo?
--Pues
sí. Afortunadamente mi tío era el
gobernador del archipiélago y purgue mi condena trabajando en los jardines del
palacio del gobernador. Y al año mi tío
me extendió el indulto y me dejo ir.
--¿Entonces
de que os quejáis José? Ved esta
casa. Es magnifica. Seguro tenías enterrado toda la riqueza que
hicisteis a raíz de nuestra asociación, ¿verdad? Es evidente que no habéis pasado hambres todo
este tiempo.
José
presento unos vasos no muy limpios y les sirvió whisky a Yáñez y sus
compañeros.
--Pues
sí, no niego que me fue muy bien, Yáñez.
Y he esperado mucho tiempo, pero estaba seguro de que tarde o temprano
os volvería a ver.
--Dice
el refrán que si os sentáis a la orilla de un rio y esperáis pronto
veréis al cadáver de tu enemigo flotar llevado por la corriente –le murmuro en
cantones Liu Zhang a su padre--. Este
hombre ansia venganza padre.
--¡Y
que extraordinario milagro del Santísimo, Yáñez! –exclamo Da Silveira alzando
los brazos al cielo--. Os presentáis ante
mi acompañado de estos dos fulanos que no son obviamente cristianos. Seguro estáis huyendo otra vez de la justicia…
¿o me equivoco?
Yáñez
volvió a ignorar las palabras de Da Silveira.
--Joao,
abreviemos. Os pagare con creces por lo
que necesito: carbón. Incluso os daré lo suficiente para que olvidéis cualquier
agravio que os haya hecho.
--Hay
carbón en la capital, Ponta Delgada. Id
ahí.
--En
tal caso no recibiréis mi oro. Quiero recargar
mis carboneras aquí, en Pico. No os daré
explicaciones del por qué.
Da
Silveira medito por unos momentos. Era
evidente que Yáñez tenía buenas razones para no ir a Ponta Delgada. Luego Da Silveira llamo a un criado y le
pidió que hiciera llamar a sus hijos.
Estos se presentaron. Se trataba
de dos hombrones robustos.
--Estos
son mis hijos José y Francisco –indico Da Silveira--. Hijos míos tomad el bergantín e id a Ponta
Delgada. El capitán Yáñez aquí os dará
los fondos necesarios para que compréis carbón.
Traedlo al Averno para que llene sus carboneras el buque que ahí esta
fondeado.
--José,
os daré una recompensa extra por vuestros servicios en cuanto regresen vuestros
muchachos –dijo Yáñez mientras le entregaba una pesada bolsa con escudos de oro
a Da Silveira.
--No
es necesario –respondió Da Silveira sopesando lo pesado de la bolsa que le
entrego a sus hijos--. Saber que tu y yo volvemos a ser como en los viejos tiempos será suficiente
recompensa. Regresad a vuestro buque y
esperad el bergantín que traerán mis hijos.
Ya
que habían partido Yáñez y su sequito da Silveira volvió a llamar a sus hijos.
--Comprad
todo el carbón requerido. Pero buscad el
de la peor calidad. Consumiéndolo el
buque de Yáñez podrá ser divisado a gran distancia por los borbotones de humo y
las chispas que saldrán de su chimenea. Y
vos José, quedaos en Ponta Delgada.
Esperad 24 horas después de que parta el bergantín y alertad a las
autoridades que aquí en Pico llego un buque sospechoso, posiblemente son
piratas. Urgidlos a que manden una
cañonera. Según lo que observe por el
catalejo se trata de un yate que ondea una bandera roja con una cabeza de tigre
y tiene una chimenea y dos espingardas a proa y popa. Describidlo así a las autoridades. Tal vez
haya una recompensa.
--¿Padre,
por qué queréis que dilate 24 horas antes de dar parte a las autoridades?
--Yáñez
partirá confiado en que tiene buen carbón y que su buque no ha sido
detectado. Sabed hijos míos que la
venganza es más dulce cuando vuestro enemigo cree estar a salvo y se percata
que las cosas no son así.
En
el camino al cráter Liu Zhang insistía con vehemencia que iban a ser
traicionados.
--Ese
hombre nos va a delatar, padre.
--¡Que
emperador tan formidable seréis hijo mío!
Confiáis en vuestros instintos, lo cual celebro. Y si, tenéis razón.
--¿Entonces
por que caer en esta trampa?
--Necesito
carbón, hijo mío. Nuestros perseguidores
creen que seguiremos al sur, rumbo a Indostán.
--¿No
haremos tal padre?
--No. Pondremos rumbo hacia las américas. Entraremos en el golfo de Méjico. Nuestros enemigos nos perderán la pista.
--¿Os
creéis el tal Corsario Negro del que escribe vuestro amigo el italiano ese con
quien os correspondéis, padre? ¿Vamos
acaso a desplumar las ciudades ahí? ¿O
interceptaremos y asaltaremos la flota que sale de Cartagena de Indias hacia
Sevilla?
--No,
hijo mío, no pienso imitar al señor de Ventimiglia. Además de que España ya no gobierna por esos
lares. No, no voy a desplumar Veracruz, aunque si atracaremos cerca de ahí. Tengo que hablar con cierta mulata.
--¿Una
mulata? ¿Acaso tengo medios hermanos de
color que son hijos de esa mujer? ¿Acaso
habéis probado todas las razas de mujer, padre?
Yáñez
se rio.
--No
hijo mío. Y si creo que las he conocido
a todas excepto tal vez las turcas y esto último porque nunca he estado en los
Dardanelos o Anatolia. Se reputa que tienen pulgas pero las peores, por taimadas, son las griegas aunque algunas si son guapisimas. Esta mulata nunca fue mi amante. Podria ser mi nieta carajos. Ella es
hermana, bueno, media hermana de una española guapísima y medio loca que
comando un buque de guerra, el Yucatán. Este buque partió del puerto yucateco de Sisal
para enfrentarse a los yanquis cuando estos le robaron Cuba a la corona
española.
--¿Aparte
de los británicos también odiáis a los yanquis, padre?
--¡Por
supuesto! Después de todo los yanquis no
son mas que los descendientes de esa raza de vulgares piratas que son los
británicos. Yo financie el buque de la
españolita, no porque simpatizara mucho con España (más bien simpatizaba con
los rebeldes cubanos) sino porque los yanquis me caían como patada en los huevos por ladrones e imperialistas.
--Padre,
tenía entendido que toda la flota española que partió de la península para
defender a Cuba fue hundida por los yanquis.
El almirante español, un tal Cervera, y sus hombres se portaron valientes
hasta el fin. Pero su suerte era
inevitable. España enfrento buques de
madera mal armados a los buques yanquis que estaban construidos de acero y
contaban con cañones modernos de grueso calibre.
--Cierto,
la de Cervera fue una misión suicida hecha tan solo para demostrar el honor de
España. No niego que los españoles son valientes,
aunque tercos y torpes, y sus reyes son unos imbéciles que dejaron que su flota
decayera. El caso es que el Yucatán también fue
hundido. La españolita ahora rumia su
derrota en el puerto de Sisal en Yucatán. La vigila de cerca el gobierno
mexicano pues este no quiere causar un incidente con los yanquis. El presidente o tirano que gobierna a México
es un viejo zorro formidable, don Porfirio, que ha estado artillando los
puertos mexicanos; de ahí que los yanquis buscan cualquier pretexto para
invadir a su vecino. Pero el buque que
le mande a hacer en San Petersburgo a su hermana, la mulata, se tardó y no
estaba listo cuando la guerra contra los yanquis estallo. El buque de la mulata está anclado en el rio
Coatzacoalcos. La mulata lo ha camuflado
y el gobierno mexicano no lo ha detectado. Ella aguarda mis instrucciones.
--¿Tiene
buena coraza y buenos cañones ese buque?
--Si. Su nombre es el Minatitlán. Es capaz de enfrentarse a cualquier crucero
yanqui o británico. Puede alcanzar los
30 nudos y tiene, además, tubos lanzatorpedos.
Sus cañones son de 170 mm. Después
de todo, yo lo diseñe para una guerra de corso contra las potencias europeas y
los yanquis. Su tripulación es mejicana,
en su mayoría mulatos que le son fieles a muerte a la mulata, cuyo nombre es
doña Ana. Aparentemente la madre de doña
Ana era descendiente de un rey llamado Yanga que, en tiempos de la colonia, se
hizo de un pequeño reino en el sotavento veracruzano. Doña Ana, quería hacerle una
guerra de corso a los yanquis, no solo por defender a España (su padre era
español) sino porque odia a muerte a los yanquis pues estos tratan a su raza
como animales. Pero España firmo la paz
antes de que el Minatitlán pudiera iniciar su incursión. El plan era que interceptaría e hundiría
todos los buques de carga yanquis que salieran de o se dirigieran a Nuevo
Orleans. Sin embargo, creo poder
convencer a doña Ana que nos escolte al Indostán y que, una vez llegando a
oriente, nos ayude a defender a China.
--¡Padre
–exclamo con entusiasmo Liu Zhang--, tener el Minatitlán sería como tener el
buque que tratasteis de obtener con el financiamiento del eunuco bribón ese de
Liu Te!
--En
efecto. Antes de partir de Nazare, los
últimos rumores que me llegaron sobre China indicaban que los yanquis y los
británicos y otras potencias se unirían para combatir a China. Sus flotas desembocarán sus soldados e impondrán
un bloqueo ante los puertos chinos. El hacerles
la guerra a los yanquis y a sus aliados sería algo que le encantaría a doña
Ana.
--Pues
en tal caso estoy dispuesto a arriesgar la traición que seguramente nos hara Da
Silveira –indico Lui Zhang.
--Correcto,
hijo mío. He decido abandonar el
Averno. En un día mas creo que regresara
el bergantín de los Da Silveira cargando el carbón. Pienso interceptarlo en mar abierto y ahí
será donde recargaríamos nuestras carboneras.
Si se presenta una cañonera portuguesa o peor un buque británico pienso
evadirlo. Sirdar, ¿creéis que podréis
llegar a 25 nudos?
--Sahib,
si vos me dais tal orden lo intentare, aunque me revienten las calderas y Visnú
me lleve al paraíso. Tak y Zak son
buenos muchachos y seguro están dispuestos a morir con el corazón estallado por
el esfuerzo de alimentar al león. Pero,
capitán, creo que sería lo mejor si el príncipe me proporciona más mongoles
para alimentar al león.
--Le
ordenare a Kang que os de los hombres que necesitéis –afirmo Liu Zhang.
--Bien,
caballeros –concluyo Yáñez--. Con un
poco de suerte llegaremos al Coatzacoalcos y el Minatitlán nos escoltara hasta China.
Al
llegar al Averno Yáñez se encontró con una sorpresa. El Lakshme había zarpado. Tan solo uno de los mongoles los esperaba.
--¡Subotai!
–exclamo Liu Zhang--. ¿Dónde diablos
está el yate?
--Divisamos
un buque, su señoría. Le dimos parte a
nuestro hetman Kang y este hizo que zarpara el Lakshme.
--¿Un
vapor? ¿De guerra? –interrogo Yáñez.
--No,
su señoría –explico Subotai--. Era un
buque de carga, creo de bandera holandesa.
Es más, ved al vapor y al Lakshme ahí en lontananza, capitán. Están tan solo a unas leguas de la
orilla. Kang lo intercepto y le hizo el
alto. Nuestro hetman decidió que
llenaría las carboneras del Lakshme con el carbón que trae el vapor.
--¡Excelente! --exclamo Yáñez--. Vuestro hetman tiene excelente
iniciativo. Si nos traiciona o no da
Silveira ya no importara.
--Para
alertar a mi hetman que habéis regresado debo de prender una fogata -–explico
Subotai--. Kang os mandara una chalupa
para que volváis a bordo del Lakshme.
Unas
horas después, ya con Yáñez y su sequito a bordo, el Lakshme ponía rumbo a
occidente. Las carboneras habían sido
llenadas con excelente carbón de Leeds que le confiscaron al buque holandes. Yáñez no tuvo empacho en pagarle con rupias de oro el carbon al capitan holandes el cual quedo muy contento y prometio que no delataria que habia hecho contacto con el Laskhme. La única preocupación de Yáñez era que el sol del atardecer delinearía
al Lakshme en el horizonte y seria facilmente detectado por cualquier buque que viniera de oriente..
--Hasta
ahora mi suerte ha sido favorable –murmuro Yáñez desde el puente del Lakshme
desde donde escudriñaba con cuidado el mar--.
Mis enemigos no contaran con que me dirijo a Méjico. Eso sí, llegando al Indostán buscare un gurú
o un manti y le pagare buenas rupias para que le ofrezca sacrificios a
Ganesh. Es evidente que el cabeza de
elefante me protege, cosa que agradezco.
Y si, también ofreceré algo en sacrificio a Kali, de preferencia un britanico o un yanqui.
Lakshme estaría contenta. ¿Qué
será de ella? Cuento con que esta a
salvo en Nazare.
Esa
noche el bergantín de los da Silveira llego a Ponta Delgada. Los hijos de da Silveira observaron con
sorpresa que había dos cruceros británicos en el puerto. Las autoridades de Ponta Delgada abordaron el
bergantín e interrogaron a los da Silveira.
Los acompañaban unos oficiales de la Royal Navy. No tomo mucho persuadir a los da Silveira que
revelaran que un yate había tocado tierra en la isla de Pico. Por la descripción del yate que dieron los
hijos de José el comodoro Briggs identifico al Lakshme o Victoria.
--¡Chatfield! --exclamo Briggs en cuanto regreso al puente
del Hampshire--. Ordenad que zarpe el
escuadrón. Iremos a toda velocidad rumbo
a la isla de Pico. El Northhampton ya
reparo sus máquinas y no tendrá problema en seguirnos.
--¿No
dividirá el escuadrón comodoro?
--No,
Chatfield. Quiero al escuadrón
unido. ¿Qué si nos encontramos con el
Königsberg?
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