XI. El Rapto de Lakshme
Lakshme |
XI. El Rapto de Lakshme
Traven
regreso eufórico a su modesto aposento.
Este era un tapanco en un edificio del centro de Lisboa. Un triste catre reclamaba una esquina
oscura. No había ventanas. Un solo foco iluminaba la habitación. Bajo este se encontraba una mesa ocupada mayormente
por montones de papeles y periódicos viejos.
En medio de la mesa había un claro donde Traven escribía sus cuentos
fantásticos que nadie leía excepto, tal vez, las cucarachas que se alimentaban
de los textos.
--Algún
día abandonare Europa –murmuro Traven--.
Aquí se exprime la imaginación a regañadientes. Si logro ir a Goa finalmente visitare tierras
donde la imaginación y la realidad se confunden. Mi musa me bailara y me tocara la pandereta
entonces. Mientras debo encontrar cierto
periódico. Bien me acuerdo de ese
nombre, Gomera; lo he visto antes carajos.
Después
de un frenético buscar entre el mar de papeles que atiborraban la covacha,
Traven finalmente encontró el periódico y la nota que buscaba.
--El
señor conde de Gomera
--leyó
Traven--, también renombrado como el capitán Yáñez, atendió la reunión del ateneo
literario de Lisboa donde el gran declamador Joao Coutinho leyó estrofas selectas
de las Luisiadas. Tan amena fue la
velada y tan excelente la lectura en voz alta que hizo Coutinho que el señor capitán
Yáñez, conde de Gomera, le entrego un medallón de oro macizo con la imagen
labrada del poeta Camoes y en el anverso la imagen de un buque de vela
navegando en medio de una tormenta…con razón Coutinho andaba tan contento por
aquellos días…por un mes, con lo que le dieron por el medallón, Coutinho pudo
comer con manteca y mantenerse borracho…yo me interese pues conocía a Coutinho
y quería ver si este lograba hacerle llegar al conde algunas de mis obras…así
tendría un mecenas que creía sería más generoso que el Kaiser. Pero lo más que saque fue una cena con Coutinho…en
fin…aquí se indica que con tal de asistir a la lectura de Las Luisiadas, el
señor conde de Gomera viajo a Lisboa desde Nazare, acompañado de su hermosa
hija, Lakshme, la doctora condesa de Gomera…estos hechos tomaron lugar hace
casi un año y afortunadamente yo nunca tiro un periódico.
Armado
con la información requerida, Traven volvió con premura a la embajada. Después de un dialogo breve, el Barón von
Hintze dio su aprobación a lo que requería Traven.
--Adelante
Herr Traven. Disponed de los fondos que
requiera vuecencia. Pero no me deis mas
detalles. Si sois arrestado negaremos
que vos actuáis en nombre de Alemania –le advirtió el embajador.
Traven
luego paso por la contaduría de la embajada donde se le proporcionaron amplios
fondos autorizados por von Hintze. Luego
Traven se entrevistó con el secretario de la embajada.
--Espero
estar de regreso mañana al anochecer –explico Traven--. Necesito dirigirme a Alejandría lo mas pronto
posible. Llevare conmigo una
escolta. Conseguidme varios camarotes en
un buque por favor.
--Revisare
los ofrecimientos disponibles en los vapores a punto de partir –contesto el
secretario--. Intuyo que es materia de
urgencia y discreción.
--Definitivamente. No dilatéis y vigilad que no se divulgue que
viajo a Alejandría.
Luego
Traven se dirigió a la guarnición de la embajada. Ahí busco y encontró a un hombrón gigantesco
con cara de simio.
--Feldwebel Katczinsky –ordeno
Traven--, junte a Klaus y a Emil.
Ustedes tres están bajo mis órdenes.
Armaos y empacad ligero.
Partiremos a oriente, pero antes tenemos que concluir una diligencia
aquí en Portugal. Estoy en una misión de
suma importancia para Alemania.
--A
sus órdenes Herr Traven –contesto el gorila dando un taconazo.
Acto
seguido Traven se dirigió con sus hombres (todos vestidos de civil y portando
Lugers con disimulo) a la estación del tren.
Eran las ocho de la mañana y el tren que pasaba por Nazare estaba a
punto de partir y Traven y su sequito lo abordaron.
Como
a las dos de la tarde los teutones desembarcaron en Nazare. Había una resolana intensa y se tenía que
caminar tapándose la vista.
--Este
es un pueblo soñoliento –concluyo Traven--.
Ya os enseñé la foto de la mujer que buscamos.
--Una
morena alta y guapísima –sonrió el feldwebel Katczinsky.
--En
efecto. Es una condesa y la respetareis
–afirmo Traven endureciendo la voz--. Esa
es una orden, ¿entienden? Vamos a la
plaza de este pueblo. Mantened los ojos
muy abiertos. Dejadme hacer las
preguntas. Debemos encontrarla cuanto
antes. El tiempo apremia.
Como
todo pueblo chico, los lugareños eran muy insulares. Las pesquisas de Traven no recibían
respuesta. Sus hombres mientras
esperaban dormitando en las bancas de la plaza del pueblo.
--Maldición,
estos malditos campesinos no ayudan –exclamo Traven después de preguntar en una
sastrería, en una posada, una taberna y varios otros negocios--. Sin embargo, logre sacarles que los de Gomera
poseen un castillo en las afueras. La
condesa suele cabalgar entre los viñedos de su propiedad y regresa a su
castillo por lo general al atardecer. Si
es necesario nos dirigiremos a este y raptaremos a la condesa ahí.
Ahora
bien, Emil, un rufián fuertísimo y con cara de hideputa, pues no era muy
inteligente que se diga, razón por la que nunca había pasado de soldado raso en
el ejercito alemán. Sin embargo, el
hombre tenia buena vista. En medio de la
resolana intensa observo a una figura montada entrar en la plaza.
--Herr
Traven, su señoría, ¿no será esa la mujer que buscamos?
--¡Callaos
idiota! –le espeto el feldwebel Katczinsky.
Pero
Traven había volteado en la dirección que señalaba Emil. Entrecerrando sus ojos por la resolana pudo
observar a la mujer.
--¿La
mujer que se apeo frente al palacio municipal? ¡Con un carajo! ¡Es ella!
Tenemos que capturarla.
--Dejadme
hacer, Herr Traven –propuso el feldwebel Katczinsky--. Yo solía ser tratante de blancas en
Hamburgo. Tendremos que disimular quien
es. Klaus, sacad una casaca feldgrau y
una gorra de infantería de vuestro equipaje.
Esperaremos a que la mujer salga del palacio municipal.
La
plaza estaba vacía. Lakshme se apeo de
su alazán portando una bolsa con escudos de oro que le iba a entregar al
alcalde para el socorro de las viudas y huérfanos de los pescadores que habían
muerto durante la última tormenta.
--Momento
–protesto Traven--, ¿Acaso la raptareis sin más?
--Confié
en nosotros Herr Traven –contesto el feldwebel Katczinsky--. No hay otra opción sino tomar acción
directa. La plaza esta vacía. Y despreocúpese, su señoría, es cosa de abrazarla
y evitar que respire por algunos minutos.
Bien se desmayará o bien se nos morirá.
Lo he hecho muchas veces. Nada
mas necesito que la distraiga Herr Traven.
Muy
pálido, Traven se acerco a Lakshme en cuanto esta salió del palacio
municipal. Sus hombres lo seguían.
--¿Tengo
el honor de hablar con la condesa de Gomera? –pregunto Traven quitándose el
sombrero y dando una pequeña inclinación.
Lakshme
los encaro con suspicacia.
--¿Quiénes
son caballeros y de que se trata esto?
--Venimos
por encargo del capitán Yáñez de Gomera –contesto Traven.
--¿Le
paso algo a mi padre? ¡Decidme!
Fue
entonces que el feldwebel Katczinsky se le fue encima a la joven. Lakshme, aunque sorprendida, lucho y saco un
alfanje de su bota y lo uso para herir a Traven en una mano. Ella dio otra cuchillada malintencionada y no
le rebano el pescuezo al feldwebel Katczinsky nada más porque el diablo protege
a los suyos. No obstante, su resistencia,
el feldwebel Katczinsky la desarmo y la sometió en un abrazo de oso que le
impedía respirar. En efecto, con su
respiración cortada Lakshme pronto perdió el sentido. La plaza seguía vacía y nadie se había
enterado del asalto.
--¡Santo
Dios! --exclamo Traven mientras Klaus le
aplicaba una venda a su mano--. ¿Está
viva?
--Si,
pero la desgraciada esta desmayada.
Tenemos que cubrirla con una casaca feldgrau. Si alguien pregunta diremos que es un
compañero de regimiento, “Hans”, que deserto y que bebió en demasía y al que
hemos sacado de la cárcel.
--¿Y
si despierta? –insistió Traven.
--La
vuelvo a desmayar, Herr Traven
--¡No! ¡La dejareis bruta hombre! –contesto
Traven--. Usad esto. La mantendrá modorra y fácil de manejar.
Traven
produjo un contenedor de cuero donde se veía una jeringa.
--Bien,
Herr Traven –contesto el feldwebel Katczinsky mientras usaba una navaja de
aspecto cruel para cortar la amplia cabellera de Lakshme--. Lo que le dejare de cabello lo cubriremos con
esta gorra de infantería. Emil, vacíen
una botella de aguardiente en el compañero “Hans”. Afortunadamente vacío su
vejiga al desmayarse. Quiero que ella hieda tanto a borracho para que ningún
polizonte se le acerque y nos haga preguntas incomodas.
--Esta
muy “bonito” para ser soldado del Kaiser –se rio Klaus.
--Cierto
--contesto Traven sacando un parche de una bolsa--. Ponedle esto sobre un ojo y cortadle con
cuidado el anillo que trae en la nariz.
Y si, el compañero “Hans” aquí está muy “bonito” …más razón tuvimos para
rescatarlo de la cárcel donde ya le habían hecho ofertas indecorosas y lo iban
a violar.
--Y
ahora ¿Qué ordena su señoría?
--Regresemos
a la estación del tren. Mantened a
“Hans” en medio de ustedes. Abordaremos
el primer tren de regreso a Lisboa.
Comprare boletos en un camarote privado.
Los
teutones tuvieron que esperar varias horas hasta que un tren con rumbo a Lisboa
paso por Nazare. Le aplicaron la
inyección a “Hans” y este siguió dormido.
Fue a medianoche que regresaron a Lisboa. El secretario de la embajada recibió a Traven.
--¡Excelente! Regreso usted antes de lo esperado Herr
Traven.
--¿Nos
consiguió pasaje en un buque a Alejandría?
--Si. Os tengo boletos en un vapor que zarpara a
las seis de la tarde. Sin embargo, os
advierto, es lento. Pero dado que habéis llegado antes, creo que podría
conseguiros camarotes en el Burdeos, un vapor francés reputado por ser rápido,
que parte a mediodía.
--¡En
el Burdeos entonces! Necesito por lo
menos tres camarotes: uno para mí, otro para un invitado, y un tercero para mi escolta.
Para
mediodía el Burdeos, con los teutones y con Lakshme abordo, zarpaba de Lisboa.
--¿Qué
diablos buscáis de mí? –pregunto Lakshme cuando Traven y sus hombres entraron a
su camarote.
Los
teutones le habían dado a la joven un uniforme de Klaus, pues era el menos
fornido de ellos. Este uniforme estaba
más o menos limpio.
--Os
necesito para controlar a vuestro padre.
Lo sé todo. Yáñez y unos chinos
tomaron el Victoria y se dirigen a oriente.
No sé con qué intenciones van a oriente, pero me importan un
cacahuate. El Victoria lleva a bordo un
objeto de gran valor que debo recuperar.
Esas son mis órdenes.
--¿Y
si me rehusó a ayudaros?
--Diablos
me desilusionáis. Esperaba mas de
vos. Seguramente ahora os indignareis y
diréis que una De Gomera prefiere la muerte al deshonor y que se yo. Os advierto que si queréis ser deshonrada mis
hombres os harán tal venia y lo harán con gran entusiasmo.
--¿Pero
vos no participaríais?
--Tal
vez. En Alemania preferimos nuestras
mujeres rollizas pues calientan mejor una cama.
--En
el Indostán hay pocas gordas, caballero –contesto Lakshme con algo de
indignación--. Las hambrunas y el
calorón evitan que seamos rollizas.
--En
tal caso seré pragmático y me adaptare a las circunstancias condesa.
--¿Qué
diablos queréis decir con eso?
--Que
si las circunstancias me hacen asumir el papel del “malo” de esta historia
entonces si seré cruel y os hare sufrir, mucho.
--¡Sois
un vulgar chacal! –dijo Lakshme mientras le daba una bofetada a Traven, el cual
ni se inmuto.
--Condesa,
os debo advertir que, si vuecencia no coopera, con gusto regresare a
Nazare. Y esta vez no llevare una
pequeña escolta sino cien hombres armados y dispuestos a todo. Destruiremos vuestro castillo y, si estoy de
humor, también arrasaremos a Nazare.
--Ah,
sois un hombre cruel y desalmado. Y yo solo
soy una pobre e infeliz e indefensa mujer.
¿Estáis orgulloso de vuestra victoria?
--Trato
de estar a la altura de la situación, condesa.
No tenéis nada de indefensa. Blandís
un cuchillo muy filoso como lo atestigua mi mano y mi mejilla me recuerda lo
pesada que es vuestra mano.
--Siendo
pragmática, no está mal vuestro plan –respondió Lakshme después de sopesar lo
que había relatado Traven--. Pero
caballero, Nazare no es un pueblo perdido en el Cáucaso donde se facilita
cometer atrocidades con impunidad.
--No
hay guarnición cercana a Nazare, condesa.
Investigue. Los hombres se hacen
a la mar amaneciendo y en el pueblo solo quedan mujeres, niños y ancianos. Mis jefes se asegurarán de que la prensa crea
que la destrucción de vuestro castillo y la de Nazare fue obra de rufianes. Es más, disfrazare a mis hombres de gitanos
españoles.
--¿En
verdad haríais tal atrocidad?
--Creo
que podría reírme cruelmente si eso la convencerá de mi villanía condesa. Y si, mi plan tendría varias lagunas que
tendría que ajustar. Os agradezco el apuntármelas. Sois muy sagaz, lo admito.
--No
hay necesidad de que hagáis desfiguros para convencerme que sois un desalmado,
caballero. Pero bien, sopesemos lo que
deseáis.
--Por
favor, condesa, haga tal.
--¿Así
que tan solo deseáis que influya en mi padre y que este os entregue algo que está
a bordo del Victoria?
--Es
una joya de gran valor llamada el corazón de Visnú. El Kaiser, la reina británica, y hasta el zar
de Rusia la codician.
--Y
por vuestra manera de hablar intuyo que vos servís al Kaiser, ¿correcto? Diablos, caballero, cualquiera que sea
vuestro nombre, ¿Por qué no actuasteis como un hombre civilizado solicitando
una cita? A los de Gomera nos importan
un carajo las joyas que los europeos hayan robado en oriente.
--Es
evidente que me equivoque con vuecencia –contesto Traven--. Y me temo que mi oficio no es para hombres
civilizados, condesa.
--Eso
de “el corazón de Visnú” me suena muy estúpido.
Ah, ya recuerdo el nombre…asistí a una conferencia que dio Sir Richard
Francis Burton en Paris sobre esa piedra.
El fulano apenas podía hablar por lo borracho. Se supone que es un diamante gigantesco. ¿Por qué no darle un nombre mas
imaginativo? ¿Tal vez la almorrana de
Shiva o el juanete de Ganesh? Típico de
los británicos, sus nombres son vulgares, como ellos, y no tienen nada de
imaginación o elegancia.
--Ach,
no buscaros antes para hablar con vos fue un error, condesa, lo admito. No conocía el calibre de mujer que sois. Y mi nombre es Traven y sí, estoy al servicio
del Kaiser. ¿Quiere esto decir que
cooperareis conmigo? Nos dirigimos a
Goa, en la India.
--Aborrezco
derramar sangre, sobre todo si esta es de gente que conozco y amo, como mis
criados y los pobladores de Nazare, Herr Traven. Cooperare con vosotros…siempre y cuando me
asegurareis que ustedes no causaran destrozos y muertes en Nazare o en mi
castillo. Además de que siempre he
querido visitar erl Indostán, mi tierra ancestral.
--¿Y
si os doy mi palabra de ello?
--Probablemente
vale un cacahuate Herr Traven. Habéis
demostrado que no sois un caballero. Y
sabed que yo raramente me equivoco. Pero si vais a cometer una atrocidad pues
adelante. Me tendréis que matarme
entonces pues mientras viva os denunciare y si la justicia no os lleva al
cadalso yo me encargare de colgaros.
Traven
sacudió la cabeza y suspiro.
--Esperamos
poder interceptar a vuestro padre lo más antes posible y recuperar la joya. Tal
vez no necesitaremos involucrarla condesa.
--¿Que
queréis decir con eso de interceptar a mi padre lo más antes posible?
--De
Lisboa al Indostán es una tremenda distancia, condesa. Alemania tiene medios. Nuestro Kaiser afirma
tener el tridente de Neptuno en sus manos.
--Aclaro
que no cooperare con vos si mi padre sufre un agravio.
--No
os puedo asegurar que tal no ocurrirá, condesa, además que ya indicasteis que
mi palabra vale un cacahuate. Sin
embargo, no veo por qué vuestro padre tenga que sufrir agravio alguno. Si el capitán Yáñez es como vos, seguramente
es un hombre sensato que cooperara con Alemania.
--¡Oh
Kali, sed misericordiosa! --exclamo
Lakshme que sabía que Yáñez era todo menos sensato--. Entonces todo está en manos de los
dioses. Por lo menos no servís a
Inglaterra, Herr Traven.
--Intuyo
que no simpatizáis con los británicos, condesa.
--¿Con
esos vulgares piratas? ¡No!
--Entonces
tenemos algo en común, condesa. Le doy
mi palabra…si esta vale algo…de que vuestra persona será respetada y se os
tratará con todas las consideraciones.
--Os
solicito que me permitáis avisar a la alcaldía de Nazare que tuve que salir de
improviso a Lisboa pues mi padre tuvo que ser internado y se encuentra grave. El alcalde enterara a la servidumbre de mi
castillo de que no me esperen.
--No
veo inconveniente en ello, condesa.
Redacte usted vuestro mensaje y solicitare que el buque lo transmita.
--Bien,
os acompañare con gusto Herr Traven.
Ahora dejadme ver vuestra mano.
Esta sangrando.
Lakshme
descubrió la mano de Traven y observo la herida.
--Me
temo que tendré que coser está herida.
Seguro que abordo hay un botiquín y aguja e hilo. Dejará cicatrices, Herr Traven. Lo siento.
Sostened esta compresa para que no sangréis más.
--No
importa, Condesa, bien valdrá la pena esta herida pues me permitió conocerla. Y si os rapte, no me arrepiento de ello. Tampoco lo hizo Paris, el troyano que rapto a
Helena de Esparta.
--Os
recuerdo que el príncipe Paris de Troya causo la destrucción de su patria, Herr
Traven.
--A
veces creo no tener patria, condesa.
Ciertamente Alemania no necesita de un defensor como yo.
El
feldwebel Katczinsky obtuvo los materiales de curación necesarios y Lakshme
hizo la operación con éxito. La mano de
Traven estaba ya vendada en forma correcta.
--¿Tenéis
un nombre, Herr Traven? --pregunto
Lakshme.
Traven
titubeo por un momento, tan solo un momento.
La mujer lo tenia embelesado.
Todas sus defensas habían sido arrolladas. La de Traven era una capitulación “en rase
campagne”. Y conociendo ya la clase de
mujer que era Lakshme era natural que sus términos de rendición serian crueles.
--Bruno. Mi nombre es Bruno. Pero os suplico que no uséis tal nombre enfrente
de mis soldados. Es mejor que me sigáis
llamando Traven.
--Sea. Tengo entendido que este buque es francés,
Herr Traven.
--Cierto
condesa. El buque se llama el Burdeos y
nos dirigimos a Alejandría. Ahí espero
tomar otro vapor rumbo a Goa.
--Bien,
estoy muy hambrienta después de tantas emociones a las que me habéis sometido,
Herr Traven. Espero que la culinaria del
Burdeos este a la altura de “la grande nation”.
--Confirmémoslo,
condesa. Ya empezaron a servir la cena
–contesto Traven hablando en francés y ofreciéndole un brazo a la condesa.
--Me
habéis vestido como un soldado del Kaiser, Herr Traven. –contesto igual Lakshme en francés-- ¿Qué
cree vuecencia que dirán los otros pasajeros?
--Siendo
franceses ni se inmutarán, condesa.
Pensaran que sois un efebo particularmente agraciado con el cual tengo
una relación homosexual, algo muy común en Francia, sobre todo entre la bohemia
de Paris, la cual conozco bien.
Despreocuparos. Y el que vistáis
como un soldado del Kaiser les hara pensar a estos franceses que os seduje y os
induje a desertar para debilitar a las fuerzas armadas de Alemania. Tal vez hasta me condecoren como caballero de
la legión de honor, condesa. En
realidad, me importa más saber si traen buena champaña a bordo que lo que
opinen los otros pasajeros.
--¿Mums
o Veuve Clicqot?
--Por
tratarse de vosotros, condesa, solo lo mejor es aceptable. Además, cuento con amplios fondos proporcionados
por la embajada. El Kaiser es el que pagara
nuestra cena.
--En
tal caso, “en avant”, Herr Traven –sonrió Lakshme--. Brindaremos a la salud del Kaiser.
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