X. Los Galgos de la Pérfida Albión
Crucero britanico |
X. Los Galgos de la Pérfida Albión
En
cuanto el comodoro Briggs recibió la orden de manos del almirante Fisher sus
dos cruceros, el Hampshire y el Northhampton, de inmediato levaron anclas y
zarparon de Gibraltar. Briggs era un
viejo lobo de mar, prudente, astuto, y duro.
En sus órdenes se le advertía que el Königsberg navegaba también por el
atlántico y de que había una posibilidad de que el Victoria haya sido raptado
por agentes de Alemania. En tal caso,
Briggs no debería vacilar en abrir fuego sobre el Königsberg si este interfería
en la captura del Victoria. A toda costa
Briggs tenia que recuperar la joya.
Briggs
mandaba su escuadra desde el Hampshire.
Ambos cruceros podían alcanzar 25 nudos y portaban ocho cañones de 150
mm distribuidos en cuatro torres.
--Básicamente,
Chatfield –dijo Briggs dirigiéndose a su jefe de estado mayor-- ¿Qué evaluación
haces del Königsberg?
Chatfield mostro el Jane’s Fighting Ships que consultaba.
--Comodoro,
el Königsberg es muy similar a nuestros dos cruceros. Sin embargo, la inteligencia que tenemos es
que es ligeramente más lento, tal vez solo llegue a 23 nudos. Y esto es debido a que nos reportan que el
grosor de su coraza en las partes vitales, puente, cuarto de máquinas, pañoles
de munición, etc., es mayor que el de nuestros cruceros.
--Típico
de los alemanes –concluyo Briggs--.
Ellos diseñan sus buques para sobrevivir una batalla extendida.
--¿Y
nosotros comodoro?
--Nuestro
almirantazgo desea que sacrifiquemos coraza con tal de ganar velocidad. Si, Chatfield, hay buenas posibilidades de
que un obús del Königsberg penetre uno de nuestros pañoles de municiones y en
tal caso nos iremos al diablo. Pero no
os preocupéis, Chatfield, no pienso dividir este escuadrón. Si se aparece el Königsberg, dejare que el capitán
Williams en el Northhampton, maniobre independientemente y eso hara que su
fuego se divida.
--Comodoro,
enfrentarnos al Königsberg detonaría una guerra.
--No
pienso buscar camorra, Chatfield, a menos que el Königsberg nos obstaculice el capturar
al Victoria y recuperar el corazón de Visnú.
--¿La
piedra dichosa esa, comodoro? ¿Con todo
respeto, comodoro, vamos a arriesgar el detonar una guerra por causa de una
piedra?
Briggs
no dijo nada y sonrió quedamente. Tan
solo se concretó a ordenar:
--Chatfield,
que el escuadrón ponga rumbo directo a las Azores a todo vapor. Si el Victoria no está ahí, iremos rumbo a
las Madeira.
Al
anochecer del tercer día el mar embravecía y era evidente que el escuadrón de
Chatfield se iba a enfrentar a una tormenta.
--Que el
escuadrón mantenga el rumbo y la velocidad, Chatfield –ordeno Briggs.
Unos
minutos después el vigía en el carajo anuncio que había sido visto un buque.
--El
rumbo que sigue indica que se dirige a las Azores, comodoro –indico Chatfield.
El capitán
Smythe, del Hampshire, utilizaba un poderoso telescopio montado en un ala del
puente.
--Comodoro
–anuncio Smythe--, creo que ese el Victoria.
Briggs
volteo a Chatfield, el cual observaba el supuesto Victoria. Chatfield indico que estaba de acuerdo con
Smythe.
--¿Y
esos binoculares Chatfield? –pregunto Briggs admirando el instrumento que
utilizaba su jefe de estado mayor.
--Los
compre en Hamburgo, comodoro --explico Chatfield--. Son Zeiss y los encuentro
excelentes.
--Sea.
Ese es otro punto en que los alemanes nos aventajan. Su equipo óptico es excelente. Observad bien el buque aquel Chatfield. ¿Estáis seguro de que ese es el Victoria?
--Definitivamente,
comodoro.
--¡Sonad
la alarma! –ordeno Briggs.
--Felicidades
comodoro –dijo Chatfield—encontramos la presa.
Ese es el Victoria.
Briggs
observo el cielo. El sol casi se había
puesto. El supuesto Victoria se dirigía
hacia un horizonte negrísimo.
--Ajustad
el rumbo y seguidlo. Avísenme cuando
estemos a tiro. Que el escuadrón
incremente la velocidad. –ordeno Briggs.
--Ya
estamos navegando a la máxima velocidad, comodoro –indico Smythe.
--Supérenla
–ordeno Briggs en voz lacónica.
--A sus órdenes
–contesto Smythe.
De
inmediato se alzaron las banderas de señales en el Hampshire para trasmitir la
orden al Northampton. Lentamente iban
cortando la distancia que separaba al escuadrón británico del Victoria. Ambos cruceros cortaban el agua como dos
fogosas orcas y grandes borbotones de humo salían de sus chimeneas.
--Estimo
que solo navega a diez nudos, comodoro –indico Chatfield.
--O sea,
no nos ha visto.
En
efecto, por su inexperiencia y los múltiples chubascos que confundían el
horizonte los vigías mongoles no habían detectado a los ingleses.
--¡Comodoro!
–exclamo Smythe--. El Northhampton
indica que sufrió una avería en sus máquinas.
El capitán Williams reporta que no podrá mantener la velocidad. Solo podrá llegar a los 14 nudos.
--Indíquenle
a Williams que nos siga como pueda –respondió Briggs lacónicamente--. Chatfield, Smythe, caballeros todo está en
manos del viejo Hampshire. Ojalá que no
se presente el Königsberg y resolveremos este asunto sin problemas.
--A
veces lo perdemos, comodoro, indico Smythe.
En
efecto, la noche había caído. Las
sombras de esta y los chubascos ocultaban al Victoria.
Fue
entonces que Yáñez ordeno el cambio de rumbo.
La corazonada de Yáñez fue afortunadísima. Sin saberlo, su cambio de rumbo hizo que los
británicos le perdieron de vista en medio de un mar cada vez más embravecido.
--Lo
hemos perdido –comodoro—reporto Chatfield.
--Y
viene una tormenta Chatfield. Bien, creo
que el rumbo del Victoria es claro. Se
dirige a las Azores para recargar sus carboneras. Mantendremos el mismo rumbo. Capitán Smythe, reduzca la velocidad para que
se nos una el Northhampton. ¡Y mantened
la vigilancia! ¡No podemos dejar que el
Königsberg nos sorprenda!
Al
amanecer el mar amaneció tranquilo. A
bordo del Victoria, Yáñez noto con satisfacción que no había ningún buque
británico a la vista.
--¡Ling!
–le ordeno Yáñez al timonel--. Cambiad
el rumbo diez puntos a babor.
--¿Nos
dirigimos a las Azores, padre?
--Si,
pero no tocaremos en Sao Miguel, la capital –explico Yáñez--. No, tocaremos en Faial. Tengo un amigo en Calheta. Bueno, eso fue hace cuarenta años. Tal vez el viejo Joao da Silveira todavía
vive.
--¿Vuestro
amigo os ayudara a conseguir carbón?
--Joao
era contrabandista. Si alguien podrá
conseguir carbón en Faial será Joao.
--Si los
británicos ya están en las Azores nos encontraran, padre.
Yáñez se
dirigió al puente volante.
--Liu
Zhang, mirad bien al Lakshme. Estimo que
es lo suficientemente angosto para entrar a la puerta del infierno.
--¿La
puerta del infierno?
--Pronto
entenderás hijo mío.
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