VII. “Rule Britannia”
Embajada
británica en Lisboa
Cuando
ocurrió el rapto del “Victoria” el embajador británico en Lisboa, Sir Benjamín
Fool, no supo cómo reaccionar. Fool era
un fulano setentón que seguía en el servicio exterior británico solamente para
evitar tener que abandonar el sol lusitano y su culinaria y para evitar regresar
a su fría y miserable Escocia natal.
La
plaza de Lisboa era por lo general tranquila.
Nada de lidiar con el belicoso Kaiser en Berlin o con los volátiles
franceses en Paris. En Lisboa el tiempo
era cálido y abundaba el sherry y se comía y se dormía muy bien. Pero el escándalo que ocasiono el rapto del
“Victoria” había sacado de quicio a Fool.
--Esto
es el fin de mi carrera diplomática –meditaba Fool mientras se acababa una
botella de Whisky--. De aquí saldré en
grilletes e iré directamente a la torre de Londres.
El
mayordomo de la embajada, el anciano Jenkins, tomo nota de lo que murmuraba Sir
Benjamín y decidió tener a la mano varias botellas de whisky añejo. Era evidente que Sir Benjamín quería ponerse
como zorrillo fumigado.
Sir
Benjamín se encontraba en su despacho. Sir
Benjamín les hizo una señal a sus subordinados que continuaran detallando la
situación. Estos trataban de aportar
detalles del rapto y ofrecerle opciones (cualquier cosa aparte de
emborracharse) a Sir Benjamín.
Pero
los subordinados de Fool no ayudaban mucho.
El asesor legal de la embajada, Mordechai Crook, era tan tímido e
ineficaz que rara vez contribuía algo, cosa insólita en un leguleyo los cuales
se ufanan de rara vez cerrar el pico. En
aquellos casos en que Crook hablaba era para decir una barrabasada. Sir Benjamín lo mantenía en el puesto pues
Crook era su sobrino, hijo de una de sus hermanas, la más formidable, Harriet.
El
attache naval británico en Lisboa, Sir Geoffrey Hall, era un comandante de la
marina retirado y también entrado en años. Afortunadamente Hall era bastante competente
(la mayoría de los oficiales de la Royal Navy eran muy profesionales y
durísimos, razón por la que Inglaterra todavía dominaba el mundo). Sin embargo, Sir Jackie Fisher, el comandante
de la flota británica del mediterráneo, despreciaba a Hall por quien sabe qué
diferencia habían tenido cuando ambos eran cadetes en la academia naval de Darmouth. De ahí que Hall no había progresado en su
carrera y se había retirado siendo tan solo un comandante.
Sir
Geoffrey de inmediato se avoco a tratar de juntar todos los datos posibles
sobre el rapto del “Victoria”.
--Sir
Benjamín –explico Sir Geoffrey mientras Fool intentaba ponerse beodo--, tenemos
la descripción de la mujer, la que autonombraba la doctora De Gomera, según el
testimonio del teniente Dork.
--Dicen
que era una mujer guapísima. Y no me
recuerde a Dork. El tipo es un idiota.
--Si,
Sir Benjamín, se le describe como muy guapa y aparentemente no era portuguesa
sino hindú. Traía en la frente la marca
roja de los seguidores de Shiva.
--¿Mordechai,
¿qué habéis obtenido en el ministerio de salud?
--le pregunto el embajador a su sobrino, Crook--. Dork y los policías juran que las
credenciales de esa mujer eran impecables.
--El
gobierno portugués no está cooperando, me temo –balbuceo Crook tímidamente.
--By
Jove! --juro Sir Benjamín mientras se
tomaba otro vaso de Whisky--. Ambos
gobiernos han quedado en un vergonzoso
ridículo. Pero a los idiotas del gobierno portugués más
les vale que cambien su parecer y que empiecen a cooperar con el gobierno británico.
Crook
tan solo inclino la cabeza. El lidiar de
gobierno a gobierno correspondía enteramente a Fool, cosa de la que estaba
agradecido y mucho Crook.
--Varios
testigos mencionan que el “Victoria”, al levar anclas, ondeo en su palo mayor
una bandera desconocida –añadió el comandante Hall leyendo sus notas.
--¿Qué
bandera?
--Era
enteramente roja y portaba en el centro una cabeza de tigre.
Fue
entonces que el anciano mayordomo, Jenkins, se desmayó, desafortunadamente causando
que se rompiera una botella de whisky muy añejo que traía.
--¡Con
un carajo! –juro Sir Benjamín--, ¿Qué diablos os pasa Jenkins?
Los
hombres del staff levantaron al anciano mayordomo y lo pusieron en un sofá.
--Dejen
que le llegue aire –afirmo el embajador indicando que se abrieran las ventanas
del despacho.
Alguien
produjo unas sales para reavivar al anciano.
Luego le dieron un vaso de whisky que Jenkins sorbio con avidez.
--Demonios,
Jenkins, vos habéis servido en embajadas por mucho tiempo –afirmo Sir Benjamín--. Lo justo es que en reconocimiento a vuestros
años de servicio hagamos traer a un doctor, uno británico, para que os revise.
--Su
señoría, por favor --gimió Jenkins--, discúlpeme se lo ruego. Solo necesito reponerme de la impresión.
--¿Impresión? ¿De qué raptaron el “Victoria”?
--No
su señoría –contesto Jenkins tomándose otro trago de whisky--. Me refiero a la bandera que describieron…la
bandera roja con una cabeza de tigre en el centro.
--¿Y
que con ello? --pregunto el comandante Sir
Geoffrey Hall--. ¿Conocéis esa bandera?
--Si,
su señoría –balbuceo el anciano--, la conocí cuando servía en Singapur. Esa bandera es la bandera de los piratas
malayos. Es la bandera de
Mompracem. Eran unos demonios. En el camino a Singapur intentaron tomar el
vapor en que viajaba. Fue solamente por
la llegada casual de un crucero británico que no lograron capturarnos y
seguramente asesinarnos o comernos vivos.
Pensaba que esos desgraciados ya no existían. Dios nos libre si han vuelto.
--Momento,
¿no fue James Brooke, el primer raja blanco de Sarawak, el que erradico a los
piratas? –pregunto el comandante Hall.
Unos
criados se presentaron y llevaron al desafortunado Jenkins a su aposento.
Sir
Benjamín medito por un momento y ato cabos.
No, Sir Benjamín era dipsómano, pero no un idiota.
--Tiene
sentido entonces el rapto del “Victoria”.
Sir Charles Brooke heredo el trono de Sarawak de su tío, el primer raja
blanco, James Brooke.
--¿Qué
ha dicho Sir Charles acerca de todo este escándalo? –se atrevió a preguntar
Crook.
--El
hombre esta lívido, fuera de sí, al punto de que espumea por la boca. Insiste en que se le declare la guerra a
Portugal –explico Sir Benjamín--. Se rehúsa a dirigirme la palabra como si yo
tuviera culpa alguna de lo idiota que fueron Dork y la policía portuguesa. Brooke jura ir directamente a Londres para
denunciarme como un incompetente y le exigirá a la reina que me hagan decapitar
en la torre de Londres.
--O
sea, Sir Charles respeta las tradiciones, tío.
Se consideraba un honor ser decapitado en la torre de Londres –dijo
Crook, aunque de inmediato se arrepintió de sus palabras al ver la mirada
venenosa que le dirigió el embajador.
--Sir
Charles es un idiota –murmuro Sir Geoffrey sotto voce.
En
eso entro al despacho, sin ser anunciado o haber solicitado permiso, un
caballero sesentón, de barba cerrada, con un parche en un ojo, excelentemente
vestido en traje tropical.
--No
os preocupéis por Brooke, sir Benjamín. El
problema, caballeros es el destino de “el corazón de Visnú”.
--¡Sir
Michael! –afirmo Fool con sorpresa y sobresalto. Sir Geoffrey Hall lo vio extrañado sin
reconocer al recién llegado.
En
el gobierno británico lo conocían como “Sir Michael” o simplemente “M”. Su apellido era rara vez usado o siquiera
conocido. Su existencia era un secreto
que solo se manejaba en las más altas esferas del gobierno de su majestad
británica, de ahí que Hall, un comandante naval retirado y asignado a la
tranquila embajada británica en Portugal no tendría idea de quién diablos era
este Sir Michael o “M”. Y Sir Benjamín
rara vez confiaba en el imbécil de su sobrino Mordechai Crook y por lo tanto
tampoco lo había enterado de la existencia de “M”.
--Caballeros
–anuncio Fool--, les presento a…
--Sir
Michael o “M” bastara para identificarme, señor embajador –dijo el recién
llegado alzando una mano.
--Sir
Michael es un hombre muy importante que tiene toda clase de recursos para
defender nuestro imperio –explico el embajador Sir Benjamín--. No puedo decir más. Me agrada verlo aquí, “M”, aunque no tengo
idea por que vino a Lisboa…aunque lo adivino.
--¿Os
ha mencionado algo Charles Brooke sobre el corazón de Visnú? –preguntó en voz
directa y autoritaria Sir Michael.
El
embajador Fool palideció y bajo los ojos mientras sacudía su cabeza.
--¿Qué
es eso del corazón de Visnú? –pregunto el comandante Sir Geoffrey.
--Si
tío, ¿de qué habla este hombre? –añadió Crook.
--Adelante,
explíqueles todo, Sir Benjamín –le indico Sir Michael al embajador Fool.
--El
corazón de Visnú –comenzó Fool--, es o más bien era una quimera. En Borneo, al pie del monte Kinibalu, en su
lado oriental, hay unas ruinas milenarias.
El gran explorador y científico, Sir Richard Francis Burton las visito tan
solo efímeramente pues su escolta de cipayos fue masacrada por los dayakos y Burton
a duras penas logro escapar. Sin
embargo, Burton preparo un reporte describiendo las ruinas ante la Real
Sociedad de Geografía.
--Bien,
según me han contado, hay más ciudades perdidas en las selvas de Borneo que
pulgas hay en los perros –respondió el comandante Sir Geoffrey Hall con un tono
escéptico y burlón.
--Hace
muchos siglos –prosiguió Sir Benjamín haciendo caso omiso del escepticismo del
comandante Hall--, tantos así que se dice que los hombres han olvidado la cuenta,
gobernaba en esa ciudad hoy arruinada un rey llamado Hanuman. Se reputaba que este rey era un tirano
sanguinario.
--¡Por
supuesto! –se rio Sir Geoffrey Hall llenando un vaso con whisky--, la historia
no tendría sabor si no se tratara de un monstruo el que ocupara el trono.
Mientras
tanto Sir Michael o “M” también se servía una copa de whisky.
--Continuo
–respondió Sir Benjamín Fool con algo de exasperación--. El caso es que el rey Hanuman hizo que,
usando una tortura inhumanamente sádica, un chamán de los dayakos le revelara
la localización del corazón de Visnú. Lo
que revelo el chamán es que el corazón de Visnú estaba oculto en un tiro de una
mina abandonada en las faldas del monte Kinibalu. Los sabios al servicio del rey le advirtieron
que quien lo sacara a la luz seria maldecido por Visnú mismo.
--Muy
bien, pero ¿Qué diablos es el tal corazón? –insistió el comandante Hall.
--Sir
Benjamín –dijo “M” --, por favor muéstreles la fotografía.
Sir
Benjamín uso una llave que le colgaba del cuello para abrir la caja fuerte en
su despacho. De ahí extrajo un sobre y lo
abrió y saco una fotografía.
--La
foto la mando previamente Sir Charles Brooke al gobierno de su majestad en
Londres y a esta embajada –explico “M” --.
Esa es la razón por la cual me presente aquí en Lisboa. Traje una escolta de hombres dispuestos a
todo. Era mi intención acompañar al
corazón hasta Londres, donde se le entregaría a nuestra reina, Victoria. Vea, señor comandante, lo que constituyen los
sueños de nuestra reina.
Sir
Geoffrey Hall tomo la foto. Esta
mostraba una piedra preciosa. Una regla
junto servía de escala. La piedra seria
tal vez de unos 30 centímetros de largo por diez de ancho.
--¿Un
diamante? –pregunto con asombro Sir Geoffrey.
--Si,
un diamante, de color rojo como la sangre y mayor que el legendario Kohinoor
que adorna la corona de nuestra reina –explico Sir Benjamín--. Dice la leyenda asociada al corazón de Visnú
que el rey Hanuman, enloquecido por su codicia y contra la conseja de los
sabios que tenía a su servicio, la mando extraer. Cuando el rey saco a la luz al corazón los
sabios les rebanaron la garganta a sus mujeres y a sus hijos. Decían estos hombres que era mejor que sus
seres queridos sufrieran una muerte misericordiosa a que sufrieran la ira de Visnú. A la semana siguiente, tal afirma la leyenda,
hubo una erupción del Kinibalu y ese rey Hanuman y su ciudad y todos sus
habitantes fueron destruidos. Tal es la
leyenda que recopilo Sir Richard Francis Burton de boca de los ancianos en su
viaje a Borneo. El corazón se perdió
hasta que Sir Charles Brooke ordeno su búsqueda. Y evidentemente tuvo éxito como lo veis.
--¡Santo
cielo! –exclamo Sir Geoffrey.
--La
piedra está a bordo del “Victoria” –explico “M”.
--¡Dios
mío! –exclamo Crook--. Ahora la poseen
los piratas. Pero creo que no
importa. En el mercado en Lisboa me han
ofrecido diamantes aún mayores, aunque se quiebran si los dejáis caer.
--Como
sabéis, nuestra reina es muy anciana ya –continuo Sir Benjamín ignorando a su
sobrino al cual seriamente meditaba como encerrarlo en la torre de Londres para
que fuera decapitado--. La obsesión de
nuestra reina, estos últimos años, es poseer el corazón de Visnú. La leyenda indica que el imperio que la posea
jamás caerá.
--Pues
la piedra no protegió al tal Hanuman –se carcajeo Sir Geoffrey Hall.
Sir
Michael sacudió la cabeza ante la tozudez del marino.
--Lo
que importaba era que nuestra reina poseyera la joya –explico “M” en voz
cautelosa para que no hubiera confusión--.
Os explico. El Kaiser y el zar de
Rusia saben de su existencia y, me temo, que también conocen la leyenda (fue
inevitable que el boquiflojo de Sir Richard Francis Burton diera conferencias
sobre el tema en Berlin y San Petersburgo).
El Kaiser cree que, si posee el corazón de Visnú, Alemania reinara
indómita por siglos sobre el mundo, igual que hoy lo hace Inglaterra. E igual creencia la tiene el zar de
Rusia. Y no nos hagamos tontos,
caballeros. La belicosidad del Kaiser
podría detonar una guerra en cualquier momento.
Y nosotros mismos ya hemos tenido varios roces en Afganistán con agentes
rusos. Esa rivalidad también podría
resultar en una guerra. Las intrigas en
el Asia central es lo que llamamos “The Great Game”. Pero no creo prudente daros mayores
detalles. Ambos, el Kaiser y el zar
poseen abundantes recursos y nuestra inteligencia indica que están empecinados
en hacerse del corazón de Visnú. A la
larga me temo que las ocurrencias y obsesiones de los reyes las pagan, con
sangre, sus súbditos.
--Entonces,
Sir Michael –pregunto el comandante Sir Geoffrey Hall--, ¿vuecencia cree que el
rapto del “Victoria” fue hecha por agentes de Alemania o de Rusia? ¿Qué de lo que dijo el viejo Jenkins que se
trata de unos piratas malayos los que raptaron el “Victoria”?
--El
que Sir Charles Brooke iba a traer el corazón de Visnú a Inglaterra era un
secreto celosamente guardado –explico Sir Michael--. Afortunadamente sir Charles no ha abierto el
pico y mantiene el secreto. Posiblemente
hay un traidor en nuestras filas y si lo hay lo encontrare y sufrirá las
consecuencias. No puedo afirmar si estos
“piratas” malayos son agentes de Alemania o de Rusia. En mi posición no puedo basar mis acciones en
conjeturas. Por lo tanto, Sir Geoffrey,
es urgente que usted se comunique con nuestra base naval en Gibraltar. Le daré una clave para identificar que usted
habla en mi nombre. El almirante a cargo
me obedecerá sin chistar. La flota de
Gibraltar debe zarpar cuanto antes en busca del “Victoria”.
--Sir
Michael –apunto el comandante Hall dirigiéndose a un mapamundi que colgaba en
el despacho del embajador--, con todo respeto, el hacer que leve anclas todo el
escuadrón de Gibraltar tan solo para buscar un yate en algún lugar del
Atlántico puede debilitarnos en demasía.
España tan solo busca la ocasión para poder recuperar Gibraltar y no lo
hace pues teme los cañones de la flota basada ahí. El yate “Victoria” tan solo tiene dos culebrinas,
aunque si alcanza los 20 nudos. En
Gibraltar hay dos cruceros, el Hampshire y el Northhampton; son de la clase
“county” y son lo suficientemente rápidos para alcanzar al “Victoria”. Su artillería supera en mucho a la del
yate. Lo podrían hundir sin mayor
problema.
--¡No
hagáis tal! ¡No hundáis al “Victoria”! –dijo
con sobresalto el flemático Sir Michael--.
¡El corazón de Visnú no debe ser destruido pues la leyenda indica que
habría consecuencias funestas para la nación que tal haga!
--Sir
Michael, no me diga que usted cree en supersticiones –afirmo el embajador.
--Yo
conozco una gitana que me vaticino “tiempos interesantes” –ofreció Crook.
--¡Callaos
imbécil! –respondió el embajador--. ¡Si
volvéis a abrir la boca juro que os hare cortar la lengua y se la mandare a
vuestra madre!
--Milords
–se apresuró a interceder el comandante Hall--, yo he navegado por 40 años en
los mares del sur. He visto muchas cosas
inexplicables, su señoría. Estos cuentos
me recordaron cuando yo era un jovencito, recién graduado de la academia. Era el oficial de turno y navegábamos en
medio de una tormenta a través de Indico.
En medio de los relámpagos alcance a atisbar un buque de vela de gran
antigüedad, casi desarbolado y a punto de hundirse. Se desapareció de inmediato, cosa que agradecí,
pues creo que era el legendario Holandés Errante. Creo por eso Milords que lo prudente seria no
tentar a los dioses. Quien haya navegado
en aguas del sureste de Asia aconsejaría lo mismo. El Hampshire y el Northampton bien podrían
abordar al “Victoria” y rescatar el corazón de Visnú.
--Comandante,
hace unos minutos vosotros erais escéptico acerca de la leyenda que rodea al
corazón de Visnú –le apunto “M” al comandante Hall.
--Milord,
como dije, he visto muchas cosas que no eran de explicar en esos mares –respondió
quedamente el comandante Hall dirigiéndose a Sir Michael o “M” --. Sin embargo, creo que mi recomendación de mandar
a los dos cruceros no servirá.
--Explicaros
comandante –ordeno “M”.
Sepa
su señoría que Sir Jackie Fisher manda en Gibraltar. Está a cargo de la flota británica en el mediterráneo. Pero me temo que Sir Jackie Fisher es tan
testarudo y mal humorado como un tiburón martillo con problemas dentales. El almirante Fisher y su servidor nos odiamos
cordialmente, polvos de viejos lodos que no vienen al caso. ¿Está usted seguro que el almirante Fisher os
obedecerá? En el almirantazgo se le
admira y posee mucha influencia. Su
reputación es tal que en un futuro no muy lejano probablemente Fisher será el
primer lord del almirantazgo.
--Estoy
al tanto de todo lo que afirma, comandante –dijo lacónicamente Sir Michael o
“M” sin parecer intimidado por la descripción del formidable almirante Fisher--. El señor almirante Fisher sabrá obedecerme,
no me cabe duda. Tan solo adjunte la
clave que le daré para que sepa sin duda alguna que las ordenes de perseguir al
“Victoria” provienen de su servidor. Si
como usted comandante sugiere que con dos cruceros basta, pues que así
sea. Ahora, comandante y me es grato reconocer
que su juicio es sensato, cual marino profesional que sois, y eso justifica que
me resultéis supersticioso. Por favor indíqueme
cuales son, a su juicio, las acciones que tomaran estos “piratas”.
Hall
se dirigió al mapamundi.
--Milord,
no sabemos si estos “piratas” actúan a nombre de Alemania o de Rusia. Ahora bien, el almirantazgo comparte su
percepción de intenciones de las potencias con las embajadas. El último boletín me indica que el crucero alemán
“Königsberg” se dirige al océano indico para relevar al “Nassau” que ha estado en
aguas de Madagascar por ya casi un año. El Königsberg zarpo de Kiel hace una semana y
estimo que probablemente está cerca de Tristán Da Cunha en estos momentos. El “Nassau” a su vez probablemente, así lo estima
el almirantazgo, se dirigirá a la base naval que Alemania tiene en la colonia
alemana de Tsingtao, China. Tenemos
inteligencia que al Nassau le urge mantenimiento además de que reforzara la
escuadra del almirante von Spee que opera desde Tsingtao. Por lo que toca a los
rusos, estos tan solo tienen un crucero viejísimo, el “Marakoff”, que ha estado
anclado en Rangún, Birmania, por un buen tiempo.
--¿Qué
diablos hace un crucero ruso en Rangún? –pregunto con asombro el embajador Sir Benjamín.
--Es
lógico –contesto “M”, el cual parecía estar muy enterado de la política del
sureste de Asia--. Singapur está a una
jornada de Rangún. Y el rey Mikomikon
III acaba de ascender al trono de Birmania después de asesinar a todos sus familiares
(tal es la risueña manera en que se maneja la sucesión en esas tierras). El zar cree que podrá influenciar en el nuevo
rey para que nos haga la vida imposible tanto en Bengala como en Singapur. Caballeros, el oso ruso ansia abandonar sus
gélidas tierras y marchar a las cálidas tierras del sur.
--Milord,
tendría que tener mucha labia el comandante de “Marakoff” para convencer al rey
ese –se rio Sir Geoffrey--. Nuestros
reportes indican que si ese crucero intenta levar anclas probablemente se
hundirá. Sus amarres al muelle es lo que
lo mantiene a flote.
--Intuyo,
comandante, que usted no cree que Alemania o Rusia estén detrás del rapto del
“Victoria” –afirmo “M”.
--En
efecto, su señoría. Lo único que sabemos
es que los que robaron el “Victoria” ondean una bandera que antaño ondeaban los
piratas de Mompracem. Hay muchos
testigos que así lo han afirmado. Así que
sugiero que debemos actuar como si el “Victoria” se dirige a Borneo.
--De
acuerdo, comandante –contesto Sir Michael--.
¿Tiene algo más que añadir?
--Sugiero
que también se dé la alerta al escuadrón basado en las Falklands, por si acaso el
“Victoria” piensa rodear Sudamérica.
Igual recomiendo que se alerte al escuadrón en Capetown, por si intentan
rodear África. En el caso remoto de que
Alemania o Rusia si estén involucrados la Home Fleet en Scapa Flow debe vigilar
el Skagerrak si el “Victoria” se dirige a Kiel o bien la costa noruega si el
yate va rumbo a Múrmansk.
--¡Por
Neptuno! –se rio Sir Benjamín--. Esos
piratas son hombres muertos. No hay
quien pueda evadir a la flota británica, “rule Britannia”, sabe usted. Aprenderán a no tratar de pasarse de listos
con una nación de piratas como nosotros, ja, ja.
--Bien
pensado, comandante –respondió fríamente “M” --. Sugiero, comandante, que también usted alerte
al escuadrón en Trincomalee en Ceilán.
En el caso remoto que estos piratas logren alcanzar el océano Indico ese
escuadrón los someterá. Le aseguro que todos
los almirantes a cargo obedecerán mis ordenes en cuanto reconozcan mi clave.
El
comandante Sir Geoffrey Hall vio con cierto recelo al misterioso Sir Michael o
“M”. Quien quiera que sea era un hombre
muy poderoso que aparentemente podía dar órdenes cual si se tratara de
caballerangos a la flota británica y a sus estirados almirantes. No, pensó Hall, no era aconsejable hacerlo un
enemigo o darle la menor razón para que se sospeche que se le obstaculiza. Además de que había cierta frialdad y
crueldad indudable en los ojos de Sir Michael.
No, concluyo el comandante, este hombre puede ser inmisericorde cuando
le place.
--Momento
–interpuso el embajador Sir Benjamín--.
Les recuerdo, caballeros que los reportes indican que entre los jefes piratas
había un chino y un europeo. Este último
era un vejete que se hizo pasar por un tal Doctor Bloodbath. Y los acompañaban unos chinos vestidos como
mongoles.
--¿Ah
sí? –contesto Sir Michael--. Mas le vale
a China que no se involucre. Ahora mismo
en China hay grupos de disque “patriotas”, más bien terroristas, que están
cometiendo toda clase de desmanes contra los extranjeros. Se sospecha que los apoya el mismo gobierno
imperial.
--¿Y
qué del europeo que se menciona? Podría
ser un ruso o un alemán –apunto Mordechai Crook.
--Pasare
el reporte sobre los chinos al gobierno de su majestad –indico “M” --. Tenemos, ajem, “recursos” en China que ordenare
investigar y confirmar si el gobierno imperial de China está involucrado. Por lo que toca al vejete europeo que se
menciona, me importa un bledo si es alemán o ruso. En cuanto la flota tome al “Victoria” los
haremos colgar a todos. Que el diablo
sea el que averigüe de que nacionalidad y quién diablos era ese europeo.
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