VII. “Rule Britannia”

Crucero britanico
VII. “Rule Britannia”

Embajada británica en Lisboa

Cuando ocurrió el rapto del “Victoria” el embajador británico en Lisboa, Sir Benjamín Fool, no supo cómo reaccionar.  Fool era un fulano setentón que seguía en el servicio exterior británico solamente para evitar tener que abandonar el sol lusitano y su culinaria y para evitar regresar a su fría y miserable Escocia natal. 

La plaza de Lisboa era por lo general tranquila.  Nada de lidiar con el belicoso Kaiser en Berlin o con los volátiles franceses en Paris.  En Lisboa el tiempo era cálido y abundaba el sherry y se comía y se dormía muy bien.  Pero el escándalo que ocasiono el rapto del “Victoria” había sacado de quicio a Fool.

--Esto es el fin de mi carrera diplomática –meditaba Fool mientras se acababa una botella de Whisky--.  De aquí saldré en grilletes e iré directamente a la torre de Londres.

El mayordomo de la embajada, el anciano Jenkins, tomo nota de lo que murmuraba Sir Benjamín y decidió tener a la mano varias botellas de whisky añejo.  Era evidente que Sir Benjamín quería ponerse como zorrillo fumigado. 

Sir Benjamín se encontraba en su despacho.  Sir Benjamín les hizo una señal a sus subordinados que continuaran detallando la situación.  Estos trataban de aportar detalles del rapto y ofrecerle opciones (cualquier cosa aparte de emborracharse) a Sir Benjamín.

Pero los subordinados de Fool no ayudaban mucho.  El asesor legal de la embajada, Mordechai Crook, era tan tímido e ineficaz que rara vez contribuía algo, cosa insólita en un leguleyo los cuales se ufanan de rara vez cerrar el pico.  En aquellos casos en que Crook hablaba era para decir una barrabasada.  Sir Benjamín lo mantenía en el puesto pues Crook era su sobrino, hijo de una de sus hermanas, la más formidable, Harriet. 

El attache naval británico en Lisboa, Sir Geoffrey Hall, era un comandante de la marina retirado y también entrado en años.  Afortunadamente Hall era bastante competente (la mayoría de los oficiales de la Royal Navy eran muy profesionales y durísimos, razón por la que Inglaterra todavía dominaba el mundo).  Sin embargo, Sir Jackie Fisher, el comandante de la flota británica del mediterráneo, despreciaba a Hall por quien sabe qué diferencia habían tenido cuando ambos eran cadetes en la academia naval de Darmouth.  De ahí que Hall no había progresado en su carrera y se había retirado siendo tan solo un comandante.

Sir Geoffrey de inmediato se avoco a tratar de juntar todos los datos posibles sobre el rapto del “Victoria”.

--Sir Benjamín –explico Sir Geoffrey mientras Fool intentaba ponerse beodo--, tenemos la descripción de la mujer, la que autonombraba la doctora De Gomera, según el testimonio del teniente Dork.

--Dicen que era una mujer guapísima.  Y no me recuerde a Dork.  El tipo es un idiota.

--Si, Sir Benjamín, se le describe como muy guapa y aparentemente no era portuguesa sino hindú.  Traía en la frente la marca roja de los seguidores de Shiva.

--¿Mordechai, ¿qué habéis obtenido en el ministerio de salud?  --le pregunto el embajador a su sobrino, Crook--.  Dork y los policías juran que las credenciales de esa mujer eran impecables.

--El gobierno portugués no está cooperando, me temo –balbuceo Crook tímidamente.

--By Jove!  --juro Sir Benjamín mientras se tomaba otro vaso de Whisky--.  Ambos gobiernos han quedado en un vergonzoso
ridículo.  Pero a los idiotas del gobierno portugués más les vale que cambien su parecer y que empiecen a cooperar con el gobierno británico.

Crook tan solo inclino la cabeza.  El lidiar de gobierno a gobierno correspondía enteramente a Fool, cosa de la que estaba agradecido y mucho Crook.

--Varios testigos mencionan que el “Victoria”, al levar anclas, ondeo en su palo mayor una bandera desconocida –añadió el comandante Hall leyendo sus notas.

--¿Qué bandera?

--Era enteramente roja y portaba en el centro una cabeza de tigre.

Fue entonces que el anciano mayordomo, Jenkins, se desmayó, desafortunadamente causando que se rompiera una botella de whisky muy añejo que traía.

--¡Con un carajo! –juro Sir Benjamín--, ¿Qué diablos os pasa Jenkins?

Los hombres del staff levantaron al anciano mayordomo y lo pusieron en un sofá.

--Dejen que le llegue aire –afirmo el embajador indicando que se abrieran las ventanas del despacho.

Alguien produjo unas sales para reavivar al anciano.  Luego le dieron un vaso de whisky que Jenkins sorbio con avidez.

--Demonios, Jenkins, vos habéis servido en embajadas por mucho tiempo –afirmo Sir Benjamín--.  Lo justo es que en reconocimiento a vuestros años de servicio hagamos traer a un doctor, uno británico, para que os revise.

--Su señoría, por favor --gimió Jenkins--, discúlpeme se lo ruego.  Solo necesito reponerme de la impresión.

--¿Impresión?  ¿De qué raptaron el “Victoria”?

--No su señoría –contesto Jenkins tomándose otro trago de whisky--.  Me refiero a la bandera que describieron…la bandera roja con una cabeza de tigre en el centro.

--¿Y que con ello?  --pregunto el comandante Sir Geoffrey Hall--.  ¿Conocéis esa bandera?

--Si, su señoría –balbuceo el anciano--, la conocí cuando servía en Singapur.  Esa bandera es la bandera de los piratas malayos.  Es la bandera de Mompracem.  Eran unos demonios.  En el camino a Singapur intentaron tomar el vapor en que viajaba.  Fue solamente por la llegada casual de un crucero británico que no lograron capturarnos y seguramente asesinarnos o comernos vivos.  Pensaba que esos desgraciados ya no existían.  Dios nos libre si han vuelto.

--Momento, ¿no fue James Brooke, el primer raja blanco de Sarawak, el que erradico a los piratas? –pregunto el comandante Hall.

Unos criados se presentaron y llevaron al desafortunado Jenkins a su aposento.

Sir Benjamín medito por un momento y ato cabos.  No, Sir Benjamín era dipsómano, pero no un idiota.

--Tiene sentido entonces el rapto del “Victoria”.  Sir Charles Brooke heredo el trono de Sarawak de su tío, el primer raja blanco, James Brooke.

--¿Qué ha dicho Sir Charles acerca de todo este escándalo? –se atrevió a preguntar Crook.

--El hombre esta lívido, fuera de sí, al punto de que espumea por la boca.  Insiste en que se le declare la guerra a Portugal –explico Sir Benjamín--. Se rehúsa a dirigirme la palabra como si yo tuviera culpa alguna de lo idiota que fueron Dork y la policía portuguesa.  Brooke jura ir directamente a Londres para denunciarme como un incompetente y le exigirá a la reina que me hagan decapitar en la torre de Londres.

--O sea, Sir Charles respeta las tradiciones, tío.  Se consideraba un honor ser decapitado en la torre de Londres –dijo Crook, aunque de inmediato se arrepintió de sus palabras al ver la mirada venenosa que le dirigió el embajador.

--Sir Charles es un idiota –murmuro Sir Geoffrey sotto voce.

En eso entro al despacho, sin ser anunciado o haber solicitado permiso, un caballero sesentón, de barba cerrada, con un parche en un ojo, excelentemente vestido en traje tropical.

--No os preocupéis por Brooke, sir Benjamín.  El problema, caballeros es el destino de “el corazón de Visnú”.

--¡Sir Michael! –afirmo Fool con sorpresa y sobresalto.  Sir Geoffrey Hall lo vio extrañado sin reconocer al recién llegado.

En el gobierno británico lo conocían como “Sir Michael” o simplemente “M”.  Su apellido era rara vez usado o siquiera conocido.  Su existencia era un secreto que solo se manejaba en las más altas esferas del gobierno de su majestad británica, de ahí que Hall, un comandante naval retirado y asignado a la tranquila embajada británica en Portugal no tendría idea de quién diablos era este Sir Michael o “M”.  Y Sir Benjamín rara vez confiaba en el imbécil de su sobrino Mordechai Crook y por lo tanto tampoco lo había enterado de la existencia de “M”.

--Caballeros –anuncio Fool--, les presento a…

--Sir Michael o “M” bastara para identificarme, señor embajador –dijo el recién llegado alzando una mano.

--Sir Michael es un hombre muy importante que tiene toda clase de recursos para defender nuestro imperio –explico el embajador Sir Benjamín--.  No puedo decir más.  Me agrada verlo aquí, “M”, aunque no tengo idea por que vino a Lisboa…aunque lo adivino.

--¿Os ha mencionado algo Charles Brooke sobre el corazón de Visnú? –preguntó en voz directa y autoritaria Sir Michael.

El embajador Fool palideció y bajo los ojos mientras sacudía su cabeza.

--¿Qué es eso del corazón de Visnú? –pregunto el comandante Sir Geoffrey.

--Si tío, ¿de qué habla este hombre? –añadió Crook.

--Adelante, explíqueles todo, Sir Benjamín –le indico Sir Michael al embajador Fool.

--El corazón de Visnú –comenzó Fool--, es o más bien era una quimera.  En Borneo, al pie del monte Kinibalu, en su lado oriental, hay unas ruinas milenarias.  El gran explorador y científico, Sir Richard Francis Burton las visito tan solo efímeramente pues su escolta de cipayos fue masacrada por los dayakos y Burton a duras penas logro escapar.  Sin embargo, Burton preparo un reporte describiendo las ruinas ante la Real Sociedad de Geografía. 

--Bien, según me han contado, hay más ciudades perdidas en las selvas de Borneo que pulgas hay en los perros –respondió el comandante Sir Geoffrey Hall con un tono escéptico y burlón.

--Hace muchos siglos –prosiguió Sir Benjamín haciendo caso omiso del escepticismo del comandante Hall--, tantos así que se dice que los hombres han olvidado la cuenta, gobernaba en esa ciudad hoy arruinada un rey llamado Hanuman.  Se reputaba que este rey era un tirano sanguinario.

--¡Por supuesto! –se rio Sir Geoffrey Hall llenando un vaso con whisky--, la historia no tendría sabor si no se tratara de un monstruo el que ocupara el trono.

Mientras tanto Sir Michael o “M” también se servía una copa de whisky.

--Continuo –respondió Sir Benjamín Fool con algo de exasperación--.  El caso es que el rey Hanuman hizo que, usando una tortura inhumanamente sádica, un chamán de los dayakos le revelara la localización del corazón de Visnú.  Lo que revelo el chamán es que el corazón de Visnú estaba oculto en un tiro de una mina abandonada en las faldas del monte Kinibalu.  Los sabios al servicio del rey le advirtieron que quien lo sacara a la luz seria maldecido por Visnú mismo.

--Muy bien, pero ¿Qué diablos es el tal corazón? –insistió el comandante Hall.

--Sir Benjamín –dijo “M” --, por favor muéstreles la fotografía.

Sir Benjamín uso una llave que le colgaba del cuello para abrir la caja fuerte en su despacho.  De ahí extrajo un sobre y lo abrió y saco una fotografía.  

--La foto la mando previamente Sir Charles Brooke al gobierno de su majestad en Londres y a esta embajada –explico “M” --.  Esa es la razón por la cual me presente aquí en Lisboa.  Traje una escolta de hombres dispuestos a todo.  Era mi intención acompañar al corazón hasta Londres, donde se le entregaría a nuestra reina, Victoria.  Vea, señor comandante, lo que constituyen los sueños de nuestra reina.

Sir Geoffrey Hall tomo la foto.  Esta mostraba una piedra preciosa.  Una regla junto servía de escala.  La piedra seria tal vez de unos 30 centímetros de largo por diez de ancho.

--¿Un diamante? –pregunto con asombro Sir Geoffrey.

--Si, un diamante, de color rojo como la sangre y mayor que el legendario Kohinoor que adorna la corona de nuestra reina –explico Sir Benjamín--.  Dice la leyenda asociada al corazón de Visnú que el rey Hanuman, enloquecido por su codicia y contra la conseja de los sabios que tenía a su servicio, la mando extraer.  Cuando el rey saco a la luz al corazón los sabios les rebanaron la garganta a sus mujeres y a sus hijos.  Decían estos hombres que era mejor que sus seres queridos sufrieran una muerte misericordiosa a que sufrieran la ira de Visnú.  A la semana siguiente, tal afirma la leyenda, hubo una erupción del Kinibalu y ese rey Hanuman y su ciudad y todos sus habitantes fueron destruidos.  Tal es la leyenda que recopilo Sir Richard Francis Burton de boca de los ancianos en su viaje a Borneo.  El corazón se perdió hasta que Sir Charles Brooke ordeno su búsqueda.  Y evidentemente tuvo éxito como lo veis.

--¡Santo cielo! –exclamo Sir Geoffrey.

--La piedra está a bordo del “Victoria” –explico “M”.

--¡Dios mío! –exclamo Crook--.  Ahora la poseen los piratas.  Pero creo que no importa.  En el mercado en Lisboa me han ofrecido diamantes aún mayores, aunque se quiebran si los dejáis caer.

--Como sabéis, nuestra reina es muy anciana ya –continuo Sir Benjamín ignorando a su sobrino al cual seriamente meditaba como encerrarlo en la torre de Londres para que fuera decapitado--.   La obsesión de nuestra reina, estos últimos años, es poseer el corazón de Visnú.  La leyenda indica que el imperio que la posea jamás caerá.

--Pues la piedra no protegió al tal Hanuman –se carcajeo Sir Geoffrey Hall.

Sir Michael sacudió la cabeza ante la tozudez del marino.

--Lo que importaba era que nuestra reina poseyera la joya –explico “M” en voz cautelosa para que no hubiera confusión--.  Os explico.  El Kaiser y el zar de Rusia saben de su existencia y, me temo, que también conocen la leyenda (fue inevitable que el boquiflojo de Sir Richard Francis Burton diera conferencias sobre el tema en Berlin y San Petersburgo).  El Kaiser cree que, si posee el corazón de Visnú, Alemania reinara indómita por siglos sobre el mundo, igual que hoy lo hace Inglaterra.  E igual creencia la tiene el zar de Rusia.  Y no nos hagamos tontos, caballeros.  La belicosidad del Kaiser podría detonar una guerra en cualquier momento.  Y nosotros mismos ya hemos tenido varios roces en Afganistán con agentes rusos.  Esa rivalidad también podría resultar en una guerra.  Las intrigas en el Asia central es lo que llamamos “The Great Game”.  Pero no creo prudente daros mayores detalles.  Ambos, el Kaiser y el zar poseen abundantes recursos y nuestra inteligencia indica que están empecinados en hacerse del corazón de Visnú.  A la larga me temo que las ocurrencias y obsesiones de los reyes las pagan, con sangre, sus súbditos.

--Entonces, Sir Michael –pregunto el comandante Sir Geoffrey Hall--, ¿vuecencia cree que el rapto del “Victoria” fue hecha por agentes de Alemania o de Rusia?  ¿Qué de lo que dijo el viejo Jenkins que se trata de unos piratas malayos los que raptaron el “Victoria”?

--El que Sir Charles Brooke iba a traer el corazón de Visnú a Inglaterra era un secreto celosamente guardado –explico Sir Michael--.  Afortunadamente sir Charles no ha abierto el pico y mantiene el secreto.  Posiblemente hay un traidor en nuestras filas y si lo hay lo encontrare y sufrirá las consecuencias.  No puedo afirmar si estos “piratas” malayos son agentes de Alemania o de Rusia.  En mi posición no puedo basar mis acciones en conjeturas.  Por lo tanto, Sir Geoffrey, es urgente que usted se comunique con nuestra base naval en Gibraltar.  Le daré una clave para identificar que usted habla en mi nombre.  El almirante a cargo me obedecerá sin chistar.  La flota de Gibraltar debe zarpar cuanto antes en busca del “Victoria”.

--Sir Michael –apunto el comandante Hall dirigiéndose a un mapamundi que colgaba en el despacho del embajador--, con todo respeto, el hacer que leve anclas todo el escuadrón de Gibraltar tan solo para buscar un yate en algún lugar del Atlántico puede debilitarnos en demasía.  España tan solo busca la ocasión para poder recuperar Gibraltar y no lo hace pues teme los cañones de la flota basada ahí.  El yate “Victoria” tan solo tiene dos culebrinas, aunque si alcanza los 20 nudos.  En Gibraltar hay dos cruceros, el Hampshire y el Northhampton; son de la clase “county” y son lo suficientemente rápidos para alcanzar al “Victoria”.  Su artillería supera en mucho a la del yate.  Lo podrían hundir sin mayor problema.

--¡No hagáis tal! ¡No hundáis al “Victoria”!  –dijo con sobresalto el flemático Sir Michael--.  ¡El corazón de Visnú no debe ser destruido pues la leyenda indica que habría consecuencias funestas para la nación que tal haga!

--Sir Michael, no me diga que usted cree en supersticiones –afirmo el embajador.

--Yo conozco una gitana que me vaticino “tiempos interesantes” –ofreció Crook.

--¡Callaos imbécil! –respondió el embajador--.  ¡Si volvéis a abrir la boca juro que os hare cortar la lengua y se la mandare a vuestra madre!

--Milords –se apresuró a interceder el comandante Hall--, yo he navegado por 40 años en los mares del sur.  He visto muchas cosas inexplicables, su señoría.  Estos cuentos me recordaron cuando yo era un jovencito, recién graduado de la academia.  Era el oficial de turno y navegábamos en medio de una tormenta a través de Indico.  En medio de los relámpagos alcance a atisbar un buque de vela de gran antigüedad, casi desarbolado y a punto de hundirse.  Se desapareció de inmediato, cosa que agradecí, pues creo que era el legendario Holandés Errante.  Creo por eso Milords que lo prudente seria no tentar a los dioses.  Quien haya navegado en aguas del sureste de Asia aconsejaría lo mismo.  El Hampshire y el Northampton bien podrían abordar al “Victoria” y rescatar el corazón de Visnú.

--Comandante, hace unos minutos vosotros erais escéptico acerca de la leyenda que rodea al corazón de Visnú –le apunto “M” al comandante Hall.

--Milord, como dije, he visto muchas cosas que no eran de explicar en esos mares –respondió quedamente el comandante Hall dirigiéndose a Sir Michael o “M” --.  Sin embargo, creo que mi recomendación de mandar a los dos cruceros no servirá.

--Explicaros comandante –ordeno “M”.

Sepa su señoría que Sir Jackie Fisher manda en Gibraltar.  Está a cargo de la flota británica en el mediterráneo.  Pero me temo que Sir Jackie Fisher es tan testarudo y mal humorado como un tiburón martillo con problemas dentales.  El almirante Fisher y su servidor nos odiamos cordialmente, polvos de viejos lodos que no vienen al caso.  ¿Está usted seguro que el almirante Fisher os obedecerá?  En el almirantazgo se le admira y posee mucha influencia.  Su reputación es tal que en un futuro no muy lejano probablemente Fisher será el primer lord del almirantazgo.

--Estoy al tanto de todo lo que afirma, comandante –dijo lacónicamente Sir Michael o “M” sin parecer intimidado por la descripción del formidable almirante Fisher--.  El señor almirante Fisher sabrá obedecerme, no me cabe duda.  Tan solo adjunte la clave que le daré para que sepa sin duda alguna que las ordenes de perseguir al “Victoria” provienen de su servidor.  Si como usted comandante sugiere que con dos cruceros basta, pues que así sea.  Ahora, comandante y me es grato reconocer que su juicio es sensato, cual marino profesional que sois, y eso justifica que me resultéis supersticioso.  Por favor indíqueme cuales son, a su juicio, las acciones que tomaran estos “piratas”.

Hall se dirigió al mapamundi.

--Milord, no sabemos si estos “piratas” actúan a nombre de Alemania o de Rusia.  Ahora bien, el almirantazgo comparte su percepción de intenciones de las potencias con las embajadas.  El último boletín me indica que el crucero alemán “Königsberg” se dirige al océano indico para relevar al “Nassau” que ha estado en aguas de Madagascar por ya casi un año.   El Königsberg zarpo de Kiel hace una semana y estimo que probablemente está cerca de Tristán Da Cunha en estos momentos.  El “Nassau” a su vez probablemente, así lo estima el almirantazgo, se dirigirá a la base naval que Alemania tiene en la colonia alemana de Tsingtao, China.  Tenemos inteligencia que al Nassau le urge mantenimiento además de que reforzara la escuadra del almirante von Spee que opera desde Tsingtao. Por lo que toca a los rusos, estos tan solo tienen un crucero viejísimo, el “Marakoff”, que ha estado anclado en Rangún, Birmania, por un buen tiempo.

--¿Qué diablos hace un crucero ruso en Rangún? –pregunto con asombro el embajador Sir Benjamín.

--Es lógico –contesto “M”, el cual parecía estar muy enterado de la política del sureste de Asia--.  Singapur está a una jornada de Rangún.  Y el rey Mikomikon III acaba de ascender al trono de Birmania después de asesinar a todos sus familiares (tal es la risueña manera en que se maneja la sucesión en esas tierras).  El zar cree que podrá influenciar en el nuevo rey para que nos haga la vida imposible tanto en Bengala como en Singapur.  Caballeros, el oso ruso ansia abandonar sus gélidas tierras y marchar a las cálidas tierras del sur.

--Milord, tendría que tener mucha labia el comandante de “Marakoff” para convencer al rey ese –se rio Sir Geoffrey--.  Nuestros reportes indican que si ese crucero intenta levar anclas probablemente se hundirá.  Sus amarres al muelle es lo que lo mantiene a flote. 

--Intuyo, comandante, que usted no cree que Alemania o Rusia estén detrás del rapto del “Victoria” –afirmo “M”.

--En efecto, su señoría.  Lo único que sabemos es que los que robaron el “Victoria” ondean una bandera que antaño ondeaban los piratas de Mompracem.  Hay muchos testigos que así lo han afirmado.  Así que sugiero que debemos actuar como si el “Victoria” se dirige a Borneo.

--De acuerdo, comandante –contesto Sir Michael--.  ¿Tiene algo más que añadir?

--Sugiero que también se dé la alerta al escuadrón basado en las Falklands, por si acaso el “Victoria” piensa rodear Sudamérica.  Igual recomiendo que se alerte al escuadrón en Capetown, por si intentan rodear África.  En el caso remoto de que Alemania o Rusia si estén involucrados la Home Fleet en Scapa Flow debe vigilar el Skagerrak si el “Victoria” se dirige a Kiel o bien la costa noruega si el yate va rumbo a Múrmansk.

--¡Por Neptuno! –se rio Sir Benjamín--.  Esos piratas son hombres muertos.  No hay quien pueda evadir a la flota británica, “rule Britannia”, sabe usted.  Aprenderán a no tratar de pasarse de listos con una nación de piratas como nosotros, ja, ja. 

--Bien pensado, comandante –respondió fríamente “M” --.  Sugiero, comandante, que también usted alerte al escuadrón en Trincomalee en Ceilán.  En el caso remoto que estos piratas logren alcanzar el océano Indico ese escuadrón los someterá.  Le aseguro que todos los almirantes a cargo obedecerán mis ordenes en cuanto reconozcan mi clave.

El comandante Sir Geoffrey Hall vio con cierto recelo al misterioso Sir Michael o “M”.  Quien quiera que sea era un hombre muy poderoso que aparentemente podía dar órdenes cual si se tratara de caballerangos a la flota británica y a sus estirados almirantes.  No, pensó Hall, no era aconsejable hacerlo un enemigo o darle la menor razón para que se sospeche que se le obstaculiza.  Además de que había cierta frialdad y crueldad indudable en los ojos de Sir Michael.  No, concluyo el comandante, este hombre puede ser inmisericorde cuando le place.

--Momento –interpuso el embajador Sir Benjamín--.  Les recuerdo, caballeros que los reportes indican que entre los jefes piratas había un chino y un europeo.  Este último era un vejete que se hizo pasar por un tal Doctor Bloodbath.  Y los acompañaban unos chinos vestidos como mongoles.

--¿Ah sí? –contesto Sir Michael--.  Mas le vale a China que no se involucre.  Ahora mismo en China hay grupos de disque “patriotas”, más bien terroristas, que están cometiendo toda clase de desmanes contra los extranjeros.   Se sospecha que los apoya el mismo gobierno imperial.

--¿Y qué del europeo que se menciona?  Podría ser un ruso o un alemán –apunto Mordechai Crook.


--Pasare el reporte sobre los chinos al gobierno de su majestad –indico “M” --.  Tenemos, ajem, “recursos” en China que ordenare investigar y confirmar si el gobierno imperial de China está involucrado.  Por lo que toca al vejete europeo que se menciona, me importa un bledo si es alemán o ruso.  En cuanto la flota tome al “Victoria” los haremos colgar a todos.  Que el diablo sea el que averigüe de que nacionalidad y quién diablos era ese europeo.

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