IX. El cantar de las gallinas

Islas atlanticas
IX.     El cantar de las gallinas
  
Océano Atlántico, a dos días de navegación de Lisboa

Liu Zhang y el hetman Kang eran básicamente guerreros.  Y para ellos los problemas se reducían a deducir donde se encontraban ellos, donde se encontraba el enemigo, cuál era la correlación de fuerzas, y si valía o no la pena presentarle combate o evadirlo.  Todo esto aplicaba tanto en el Takla Makal como en medio del Atlántico.

Los dos hombres estaban en el puente del Lakshme examinando una carta de navegación de gran escala que mostraba el Atlántico y los continentes de África, Europa, y América.  Uno de los mongoles, Ling, había sido asignado al timón.  Le tomo varias horas a Yánez entrenarlo y asegurarse de que Ling no los iba a hacer navegar en círculos.

--A la velocidad a la que vamos –explico Liu Zhang apuntando a la carta de navegación con un compás—, probablemente estaremos aquí.  Yáñez desea que nos dirijamos a estas islas, las Azores, que es posesión portuguesa.  Podíamos habernos dirigido a Madeira, pero por alguna razón mi padre quiere ir lo mas a occidente posible.

Kang utilizo las dos patas del compás para establecer cuanto tiempo les llevaría llegar a las islas.

--Si esto esta correcto, nos tomara dos días más llegar a las Azores, príncipe.

--El problema es que no estamos navegando mas que a diez nudos.  Sirdar no ha podido superar esa velocidad.  Por otra parte, si incrementáramos la velocidad consumiríamos mas carbón.  Nos urge llenar las carboneras en las Azores, Kang.

--Caballeros –saludo Yáñez entrando al puente--, os tengo noticias.  Y me temo que no son buenas.

--Decid, padre.

Sin añadir más, Yáñez saco de su bolsa el corazón de Visnú y lo puso sobre la carta de navegación.

--¡Cielos! –exclamo Liu Zhang agarrando la piedra--.  ¿Esto es real?

La joya era de un color rojo intenso y brillaba con una luz extraña.

--Creo que si –dijo Yáñez--.  La encontré en el camarote de Sir Charles.  En mi juventud oí rumores sobre esta joya.  Los dayakos la llamaban el corazón de Visnú.  Y si, tiene una maldición asociada.  Toda joya así de grande siempre tiene tal, ja, ja.  Pero no sé exactamente en que consiste esa maldición.  A la mejor los dioses me maldecirán por poseerla y el poco cabello que me queda se me caerá o mi camarote se llenará de pulgas o que se yo.  Los dioses son muy inventivos en cuanto a joder a los mortales se refiere.

A la mención de una posible maldición Liu Zhang de inmediato empezó a sentir comezones y dejo ir la joya.

--Capitán Yáñez, el valor de esta piedra ha de ser incalculable –afirmo Kang, el cual ni se atrevía a tocarla.

--En efecto, hetman, por un momento medite que diéramos media vuelta, que entráramos a Ámsterdam y que secuestráramos unos maestros artesanos judíos que saben de esos menesteres de partirla en varias piedras de menor tamaño.  Serían más fáciles de vender por separado.

--Todavía estamos a tiempo de hacer tal, padre.

--No, príncipe.  Nuestro tiempo se esta acabando.  Mirad, no se a ciencia cierta por qué Sir Charles traía abordo el corazón de Visnú.  Lo lógico hubiera sido si la resguardara en las cajas de la sucursal de Singapur de Lloyd’s.  Intuyo, sin embargo, que Sir Charles quería ofrecérsela a su puta reina Victoria.  Esa vaca ya tiene el Kohinoor en su corona.   Rapaz como toda su raza, no dudo ella que quisiera añadir esta joya a su corona.  A cambio de dársela, Sir Charles le solicitaría que ella le concediera el convertirse en el rey de todo Borneo o que se yo.  Yo, en el lugar de Brooke, haría tal –se rio Yáñez--, y de seguro la reina Victoria aceptaría.  Esa piedra ha de valer mas que toda la isla de Borneo.

--Cierto, padre.  Es imposible saber qué motivos tendría Sir Charles –apunto Liu Zhang--.  A la mejor es que Sir Charles simplemente no confiaba en Lloyd’s y prefería tener consigo a esta piedra todo el tiempo, tal vez como pisa papel.  Ya veis que los británicos se precian de ser excéntricos.

--Tal es posible, hijo mío.  El caso es que si esta joya estaba destinada para su majestad británica entonces la flota británica ya ha de haber sido ordenada que nos persiga.  Repito, no tengo manera de comprobar tal cosa.  Pero lo siento en mis huesos.  Caballeros, la pérfida Albión estoy seguro de que ya ha soltado su galgos para perseguirnos.

--No hemos visto ningún buque, padre.

--Hijo mío, príncipe, yo no llegue a viejo ignorando mis instintos. Y os aconsejo que aprendáis de mi ejemplo.  Hetman Kang, ordene que dos de sus hombres suban al carajo.  Ese es el nombre de la plataforma que hay en el palo mayor.  Deles catalejos y que escudriñen bien todo el horizonte y que avisen si divisan un buque, el que sea.

--Estimamos que llegaremos a las Azores en dos días más, padre.

Yáñez observo con cuidado la carta de navegación.

--Mirad, zarpamos de Lisboa hace tres días.  Nuestro curso ha sido directo hacia las Azores.  Asumiré que ya hay buques británicos que salieron de Gibraltar en nuestra búsqueda –Yáñez empezó a manejar el compás--.  Hay dos opciones que podíamos haber seguido: rumbo a las Azores o rumbo a las islas Madeira.  ¿Qué haríais vos su fuerais el comandante de la flota británica en Gibraltar, hijo mío?

--Consideremos las capacidades y las intenciones del enemigo.  Por principio el enemigo sabe que el “Lakshme” tiene una capacidad carbonera finita.  Es decir, no dudo que sepa que necesitaremos recargar las carboneras pronto.  Las dos opciones inmediatas para reabastecernos de carbón son entonces o bien las Azores o bien las Madeira.  He oído de Gibraltar y de la gran flota británica que de ahí opera.  Padre, yo, si fuera el almirante británico, cubriría ambas rutas.  A los británicos les sobran buques; es decir, tienen la capacidad de hacerlo.  Respecto a las intenciones del enemigo, pues estas son obvias: capturar a la “Lakshme” y recuperar el corazón de Visnú.  Por supuesto también desean hacernos sus prisioneros y colgarnos por piratas.

--Correcto –apunto Yáñez--.  Pero estáis asumiendo algo.

--Indíquemelo su señoría.
--Asumís que los británicos saben que nos dirigimos a oriente –indico Yáñez.

--Creo que es la conclusión lógica, padre.  Acordaos que alzamos la enseña de Mompracem ante miles de ojos en la rada de Lisboa.  Es la única pista que tienen sobre quiénes somos y cual nuestro destino. 

--Eso fue un error, lo admito.  Pero dudo que alguien se acuerde de los viejos piratas de Mompracem o de su bandera.

--No podemos asumir tal cosa, padre.  Seria subestimar al enemigo.

--En tal caso no perdemos nada si asumimos que saben que nos dirigimos a Indostán. 

--No veo que eso afecte nuestra situación, padre.

--Bien, asumamos que los británicos saben que nos dirigimos a oriente.  Asumamos también que ya están sobre nuestra huella –concluyo lacónicamente Yáñez. 

Yáñez se quedó quieto por un momento como si todavía no asimilara la magnitud del problema en que se había metido.

--¡Santo cielo! –exclamo Yáñez--.  ¿Consideráis que tenemos una sola ventaja siquiera, príncipe?

--La única que tenemos es que todavía no nos han localizado, padre.

--Bien, caballeros, asumamos que los británicos vigilaran la ruta a las Azores y a las Madeira.  Concluyo entonces que si seguimos esta ruta probablemente nos encontraremos con un buque británico al amanecer.  Sirdar me ha dicho que no puede incrementar la velocidad mas allá de los diez nudos.  Así pues, tenemos que alterar nuestro rumbo.  ¡Ling!  ¡Alterad vuestro rumbo ocho puntos a estribor! 

Yáñez superviso mientras Ling tomo el nuevo rumbo, lo cual se efectuó de manera impecable.

--Continuaremos navegando en esta dirección toda la noche –explico Yáñez--.  Luego viraremos a babor e iremos directo hacia las Azores.   Ahora, caballeros, venid conmigo.  Tengo que hablar con Sirdar.

Al dirigirse al cuarto de maquinas pasaron por el cuarto de radio.

--Brooke se gasto una fortuna equipando este buque con la tecnología inalámbrica más avanzada –explico Yáñez.

En los instrumentos se oía un constante teclear.

--Desafortunadamente –continuo Yáñez--, no tenemos nadie que pueda interpretar Morse.  Es evidente que hay mucho trafico y probablemente se deba en gran parte a nuestros perseguidores. 

Los tres hombres bajaron al cuarto de máquinas.  Kang había asignado a dos de sus hombres, Tak y Zak, para ayudar a Sirdar.  Por supuesto que ninguno de los mongoles jamás había trabajado en un cuarto de máquinas.

--¡Ea!  ¡Checad el nivel de agua en las gallinas, Zak!  –ordenaba Sirdar.

--¿Qué gallinas Sirdar?

--Capitán, usando nombres de cosas familiares es como he enseñado a estos muchachos a operar este monstruo.  Veréis, el fogón, que alimenta Tak, es el león.  Es hambriento y hay que alimentarlo constantemente.  Los camellos son las calderas.  Estas necesitan agua y hay que asegurarse que su carga, es decir la presión del vapor, no sea excesiva.  De lo contrario, les he enseñado, este buque estallara y nuestra alma ira con Visnú o, en el caso de los mongoles, Tengri, su dios de la guerra.  Para ello deben de vigilar los nidos de las serpientes, es decir los indicadores de presión.  Si esta llega al rojo la serpiente nos va a picar y para evitar tal cosa debemos relevar la presión a toda costa.  Luego tenemos el elefante o sea la flecha larga de la propela que es su trompa.  Hay que vigilar los niveles de aceite que la lubrican y asegurarse que berree bien el elefante y que no haya ruidos que indican problemas con los balines, lo cual hacemos con las orejas del elefante, estos estetoscopios.  Y finalmente están las gallinas o condensadores pues es ahí donde se empolla el vapor y regresa a su estado líquido.

--¡Eres un genio Sirdar!  Y ha sido un milagro lo que habéis hecho Sirdar pues tenemos tres días navegando sin que nos muerdan las serpientes y sin que nuestras almas vayan a visitar a Visnú o a Tengri –indico Yáñez--.  Sin embargo, tenemos el problema de que no pasamos de los diez nudos.  En caso de encontrarnos con un buque británico no podremos escaparnos.

--Diablos, capitán ¿nos persiguen ya los británicos?

--Así creo.

--Sahib –explico Sirdar--, ya con la ayuda de Tak y Zak me he avocado a leer los manuales de esta máquina.  Pero me temo que muy a duras penas puedo leer el inglés y mi progreso es lento.  Algo hay que estoy haciendo mal.

--Haced lo que podáis, Sirdar.  ¿Cómo andamos de carbón? –pregunto Yáñez.

--Capitán, tenemos una carbonera intacta y hemos usado la mitad de la otra.

--Padre, a esta velocidad tendremos carbón para unos nueve días de navegación –estimo Liu Zhang--.  Si desviamos el rumbo podríamos tal vez llegar a Dakar y ahí cargar carbón.  ¿Para que arriesgar tocar en las Azores entonces?

En eso Sirdar comenzó a exclamar horribles maldiciones en bengalí.

--¡Tak!  ¡Ojo con las serpientes en las gallinas!  ¡Haced que las gallinas canten!

Tak se apresuró a abrir una válvula y una bocanada de vapor fue exhalada por un ducto en la chimenea.

--¡La serpiente nos va a morder jefe! –grito el mongol.

--Tranquilos –ordeno Sirdar--.  Abrid todas las válvulas del gallinero.

Tak se apresuró a hacer tal y lentamente la presión se fue reduciendo.

--Caballeros –explico Yáñez--, prefiero no hacer lo que sugiere el príncipe de tomar rumbo a Dakar.  Si hay mal tiempo, y creo que se aproxima una tormenta, necesitaremos quemar más carbón de lo normal para mantener el rumbo.  Ahora hemos desviado el rumbo a occidente lo cual consumirá más carbón para poder llegar a las Azores.  Podríamos arribar, si, a    Dakar, pero tendríamos las carboneras vacías.  Además, no confió en los franceses y Dakar es colonia de Francia.  No señores, creo que el tocar tierra en las Azores y llenar las carboneras ahí es nuestra única opción. 

--¿Y de ahí seguiremos rumbo al sur padre?

--No.  Caballeros tomaremos rumbo a occidente, hacia la América.  Tengo un plan y os lo revelare en su momento.

Ya en el puente se podía verificar que el barómetro seguía cayendo.  Los dos mongoles en el carajo fueron relevados, lo cual agradecieron pues estar ahí arriba en un mar cada vez mas embravecido era una tortura para estos guerreros que nunca habían salido del Takla Makal y de las barracas de la ciudad prohibida en Pekín.

Durante la noche se desato la tormenta con toda su furia.  Yáñez ordeno que se abandonara el carajo confiando en que la tormenta era tan intensa que ningún buque británico los localizaría y se retiró a su camarote.

Esa noche hubo un problema en el cuarto de máquinas.  Cuando parecía que la serpiente mordería, Sirdar tuvo que desconectar la trompa del elefante, abrir todas las válvulas, y el “Lakshme” quedo a merced de las olas y amenazaba con irse a pique.  Yáñez despertó cuando se cayo de su cama por los violentos vaivenes del “Lakshme”.  De inmediato el portugués se dirigió al cuarto de máquinas.

--¡Sirdar!  ¡Si no echáis a andar las maquinas nos iremos a pique!

--¡Lo se Sahib!  ¡A ver, Zak, ayudadme a reconectar el elefante!  ¡Bajad la palanca!  ¡No!  ¡Esa no Zak!  ¡La de la izquierda!

El buque dio una sacudida debido a un tremendo golpe de mar.  Pero por milagro Sirdar logro conectar el elefante.

--¡Las maquinas responden capitán!

--¿No estallaremos?

--Las serpientes estan bajo control capitán.  ¡Por Visnú!

--¿Qué pasa Sirdar?

--La trompa funciona excelentemente capitán.  Nunca la he visto funcionar así.

--Intentad darle mas revoluciones Sirdar.  Ved si podéis rebasar los diez nudos sin que nos muerda la serpiente.

Poco a poco las revoluciones se fueron incrementando. 

--Diez…once…doce…--iba registrando Sirdar mientras Yáñez vigilaba los indicadores de presión en las calderas.

--Veinte… ¡veintiún nudos capitán!

Hubo algarabía general en el cuarto de máquinas.  Tak y Zak, todos sudorosos, alimentaban frenéticamente al león.  La “Lakshme” navegaba vigorosa entre las embravecidas aguas mientras su chimenea vomitaba chispas y borbotones de humo.  La palanca que Zak había jalado por equivocación resulto haber sido una especie de clutch que controlaba la velocidad máxima de la “Lakshme”.


--¡Excelente Sirdar! –exclamo Yáñez--.  Reducid las revoluciones a diez nudos, lo suficientes para que podamos mantener el rumbo en medio de esta tormenta.  Al amanecer espero no encontrarme con un buque británico.  Si el mar esta vacío, voltearemos al sur rumbo a las Azores.

Comments

Popular posts from this blog

I. Los Pescadores de Nazare

II. La Devota de Kali

III. Liu Zhang