Kali II. La Devota de Kali --Padre, en cuanto acabe de revisar los viñedos os busque en todo Nazare –dijo una mujer alta y esbelta aproximándose al anciano. La joven era guapísima y vestía traje de montar: jodphurs, una blusa blanquísima, una faja de seda azul que marcaba su minúscula cintura, y calzaba botas altas de montar. Su piel era muy oscura y una negrísima cabellera le caía a sus espaldas. La marca roja de los devotos de Shiva se veía en su frente arriba de una elegante nariz aquilina en la cual portaba un pequeño anillo. Sus ojos tenían la fosforescencia de los tigres de los sunderbunds. --Ah, Lakshme, el mar me atrae. Soy portugués, hija. No lo puedo evitar –contesto el anciano con dulzura. --Se acerca la tormenta, padre. Vais a coger un resfriado. El doctor Marques os prohibió que os expongáis a los elementos. --Sabéis lo que pienso de los médicos y demás charlatanes, hija mía. Solo a vos